En el flamante colegio Lestonnac, levantado en el barrio de Bangulo, en el extrarradio de Dar es-Salam, la ciudad más poblada de Tanzania, los maestros tienen que copiar a mano cada día la tarea en 30 cuadernos para que sus alumnos se la lleven a casa, porque no hay fotocopiadora. La brecha educativa entre países ricos y pobres existe, aunque iniciativas como la de la organización no gubernamental FISC y la entrega desinteresada de docentes como Cintia Blasco y Rodrigo Rubio, ambos profesores del colegio logroñés Compañía de María (La Enseñanza), aportan mucho más que un granito de arena para ir tapando esa grieta y hacen de la educación una oportunidad de futuro para miles de niños de países desfavorecidos.
Cintia y Rodrigo decidían cambiar la tablet y el programa informático Racima por una simple pizarra y mucha imaginación y dedicar sus vacaciones, en julio y primeros días de agosto, a colaborar en el arranque de un nuevo colegio impulsado por la Compañía de María en una barriada periférica de la antigua capital tanzana, una urbe de 6,4 millones de habitantes en la que a poco que uno salga de sus contaminadas calles, se adentra en un paisaje de tierra rojiza y casas de adobe prototípico de la África rural. «El colegio nació hace seis meses y estaba echando a andar. Allí, la realidad es muy dura». Son palabras de Cintia, que junto con su compañero Rodrigo, ambos de la ONG FSIC (perteneciente a la Compañía de María) han aportado experiencia y conocimientos en un proyecto solidario para formar al profesorado e introducir procedimientos pedagógicos en este nuevo colegio, en el que reciben instrucción niños, y lo que resulta muy importante en una sociedad como la tanzana, también niñas, de 3 a 8 años. «Trabajar con los profesores de allí es muy importante; aportamos recursos educativos, puzzles, juegos de memoria y propuestas metodológicas más didácticas y motivadoras, en vez del sistema memorístico basado en copiar», comenta Rodrigo.
Filas, himno y bandera. La realidad que los dos profesores y cooperantes han encontrado en este barrio del distrito de Ilala está a años luz de la de sus colegas y alumnos de Logroño. Los escolares caminan a pie por pistas de tierra para poder estar en el patio a las 7,30 horas en una perfecta formación de inspiración militar y cantar el himno mientras se iza la bandera.
Aunque es un barrio de la populosa ciudad tanzana, en Bangulo no hay suministro de agua ni recogida de basura y los únicos vehículos que suben hasta el lugar son los bajaji, los omnipresentes mototaxis de Dar es-Salam. La Compañía de María, que ha contado para abrir esta escuela con ayuda económica fruto de donaciones desde su red de colegios y sus familias, entre ellos el de Logroño, eligió un lugar alto, alejado de la contaminación y del caótico bullicio del centro de la ciudad, y de las inundaciones que aquejaban al suburbio donde impartían enseñanza antes de abrir el nuevo centro. La ayuda riojana también llega al colegio Lestonnac de la mano del Gobierno de La Rioja, que financia un comedor y una sala de usos múltiples.
«Ha sido muy gratificante sentir que la educación es el pasaporte para la paz y la convivencia», sentencia Cintia Blasco. A diferencia de otros países, pese a la pobreza extrema en la que vive buena parte de la población de Tanzania, en el país no hay zonas en conflicto. La convivencia religiosa (63% de cristianos y 34% de musulmanes) es buena y el reciente cambio de Gobierno ha permitido llegar a una mujer a la Presidencia del Gobierno, explica Rodrigo Rubio.
Como su colega, Rodrigo reconoce que sentirse partícipe de este proyecto que ofrece una oportunidad de futuro a muchas niñas y niños ha sido «un chute de optimismo». Y en Dar es-Salam, han enseñado métodos pedagógicos y técnicas educativas, pero también han aprendido mucho.
Nada más llegar al colegio, bilingüe inglés-suajili, se esforzaron por alejarse del estereotipo del mzungu (como llaman los tanzanos a las personas de raza blanca). «Tratamos de desmitificarnos como blancos e igualarnos con ellos;que nos vieran como alguien que trabaja y que come con ellos y que no va a turistear», expresa Rodrigo, que ejemplifica con una frase cómo les veían maestros y escolares al llegar y como cambió esa consideración al marchar: «Empezamos siendo los mzungus y acabamos siendo los teachers (maestros en inglés)».
Y el adiós fue duro, reconocen los dos profesores logroñeses, que atesoran experiencia como cooperantes en Paraguay, Guatemala, Bolivia y Cuba. «Hemos recibido gratitud, sencillez y cariño», apunta Rodrigo, que como Cintia, guarda en su corazón la frase de despedida de la comunidad educativa del cole de Bangulo: Asante sana (muchas gracias en suajili).