Yolanda Díaz no gana para disgustos. Los sondeos le son adversos, pinta poco en el Gobierno y, aunque presume de que gracias a ella se ha incrementado el Salario Mínimo Interprofesional, el resultado es que con ese SMI se ha disparado el paro, cosa que miembros del Ejecutivo no se cansan de repetir. Pocas cesiones más le hará Pedro Sánchez a la vicepresidenta segunda, que pierde peso día a día.
Sus dos rivales coinciden en apellido. La relación de Yolanda con María Jesús Montero es mala, está entre la discrepancia profunda y la indiferencia, aunque tratan de disimularlo en público. Pero cuentan sus compañeros de Gabinete que la tensión se nota en cuanto comparten el mismo espacio, con la ministra de Hacienda alardeando del distanciamiento con la titular de Trabajo. En el sector de la extrema izquierda, a la vicepresidenta le ha salido una seria rival, Irene Montero.
Lo es desde hace años, ahora más visible porque estamos en tiempo preelectoral, aunque los comicios pueden convocarse pasado mañana o cuando se acerque la fecha que marca el final de la legislatura. Todo depende del aguante de Sánchez a las noticias de corrupción que afectan cada vez más a su familia y al que ha sido su equipo de confianza.
Montero es una adversaria peligrosa para Díaz. No es una política sin trayectoria que hizo carrera por ser la pareja de Pablo Iglesias. Sería ridículo negar que ese hecho ayudó mucho en sus inicios, pero pronto demostró que es capaz de arreglárselas muy bien sin el paraguas protector del exlíder de Podemos.
Se licenció en Psicología en la Autónoma pagándose los estudios trabajando de cajera en un supermercado y con becas que consiguió a base de sobresalientes. Tanto destacó que le ofrecieron un curso de formación en Harvard, pero renunció para dedicarse a la política. Militó en las juventudes comunistas, formó parte del movimiento 15-M, se apuntó a lo fue el origen de Podemos y formó parte del equipo fundador. Trabajó en el Gabinete de Pablo Iglesias y ahí aprendió todo lo que debe saber alguien que aspira a tener papel en la izquierda.
La gran jugada
El resto es conocido: diputada que no pasó sin pena ni gloria sino que, como portavoz de su formación, se convirtió en una figura indiscutible de Podemos. Tanto que ella e Iglesias superaron el escollo que estuvo a punto de truncar la carrera de ambos: la compra de un chalet que representaba todo aquello que supuestamente siempre habían detestado. Sobrevivir al marquesa de Galapagar indica que Montero sabe manejarse en ambientes adversos.
Por las carambolas políticas, Podemos se encontró en un Gobierno de coalición al perder las elecciones Sánchez y verse obligado a pactar con la izquierda. Ella fue ministra de Igualdad, Iglesias cometió un gran error al dejar todo para ser candidato al Ejecutivo madrileño y ahí entra en la escena, con fuerza, Yolanda Díaz, a la que el exfundador de Podemos elige para que le sustituya en la Vicepresidencia segunda.
Yolanda, la política gallega que dejó su tierra después de haber utilizado cuatro partidos distintos para conseguir escaño; Yolanda, que como había hecho en Galicia, no dudó en traicionar a quienes debía tanto y creó un movimiento, Sumar, para juntar a varios partidos de la izquierda, entre ellos Podemos.
Una vez cumplido el objetivo, lo primero que hizo fue intentar que Montero dejara de ser la figura femenina más relevante de Podemos y se negó a incluirla en las listas electorales. En cuanto se formó el Gobierno de coalición, el tándem Montero-Belarra abandonó la formación y sus cuatro diputados se fueron al Grupo Mixto. Irene no se arrugó ante la maniobra de Yolanda y diseñó una jugada que resultó un éxito: se presentó a las europeas como cabeza de lista de Podemos, tuvo escaño y fue -y es- vicepresidenta del grupo parlamentario europeo La Izquierda.
Hace una semana, Ione Belarra, secretaria general del grupo con Montero como secretaria política, anunció que sería la candidata de Podemos a la Presidencia del Gobierno. Se precipitó, pero nadie duda que será la candidata.
Ayer se inició la V Asamblea de Podemos, que equivale al congreso del partido. No se esperan sobresaltos. El liderazgo de ese tándem es indiscutible y pondrán a punto al partido para presentarse a las próximas elecciones, cuando sean, en efecto estado de revista.
Futuro incierto
Estos apuntes eran necesarios para comprender el escenario en el que se va a mover la izquierda radical, que ya no está tan unida como tiempo atrás. Han aparecido discrepancias dentro de Sumar hasta el punto de que solo Los Comunes de Ada Colau y Más País siguen siendo firmes defensores de ese movimiento. Con este último en baja por culpa del episodio de Errejón y la escasa agilidad política de Mónica García, ministra de Sanidad.
Yolanda Díaz se mantiene impasible. Su optimismo es su mejor baza, pero empiezan a producirse chistes y memes sobre esa actitud de sonrisa permanente, de ponerse medallas que no le corresponden, de teatralizar posiciones contrarias a las que defiende el presidente del Gobierno al que pertenece y, cuando se acerca la hora de la verdad, con frecuencia acaba cediendo en el último momento.
En la batalla entre Irene Montero y la política de Sumar, la primera tiene todas las de ganar. Porque cuenta con un partido -Yolanda con una amalgama falta de unión-, tiene liderazgo y una cabeza política muy asentada por sus muchos años de experiencia.
Díaz, cuando se le pregunta por Podemos, responde que no tiene la menor duda de que la izquierda situada a la izquierda del PSOE acudirá unida a las próximas elecciones. Es lo que busca Sánchez, que sabe que no tiene ninguna posibilidad de gobernar si no se produce esa convergencia. Pero cosa distinta es que Belarra, y sobre todo Montero, estén dispuestas a compartir lista con una Díaz que, cuando pudo, intentó acabar con la carrera de la segunda impidiendo que se presentara a los comicios.
La prueba de que Montero sabe moverse en la adversidad es que rápidamente buscó la oportunidad de seguir adelante en el Parlamento Europeo, mientras que a Yolanda se le presenta el futuro más complicado.
Ha dejado muchos cadáveres en el camino, no tiene amigos en el Ejecutivo y se nota, irrita su eterno afán de protagonismo y empieza a pasarle factura su trayectoria plagada de episodios en los que solo le ha importado colocarse ella en los círculos de poder. A empujones, si hacía falta. Mientras tanto, Montero no ha tirado nunca la toalla y ha luchado por la supervivencia de Podemos.
No se sabe si habrá unión de la izquierda antes de las generales, pero en caso de no haberla, Irene seguirá teniendo vida política. Yolanda es dudoso. Muchos de sus compañeros dicen que intentará que Sánchez la acoja en PSOE. Es su única posibilidad de mantenerse.