Hija del desarrollo

Bruno Calleja Escalona
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La firma Torrealba y Bezares es uno de los exponentes 'vivos' del crecimiento que la ciudad experimentó al comenzar el siglo XX al calor del polo industrial surgido junto al tren

Imagen de la fábrica de Torrealba y Bezares cuando estaba en la Gran Vía, en un solar donde se levantaron viviendas después de trasladarse a Avenida Burgos. - Foto: Archivo de Taquio Uzqueda

La llegada del siglo XIX supuso un gran avance en las formas de vida y producción. Además, los nuevos medios de transporte mejoraron de forma considerable las comunicaciones. Logroño no fue una excepción. La ciudad se abrió al progreso a finales de 1861, cuando se derribaron las murallas y, dos años más tarde, en 1863 la llegada del ferrocarril consolidará los avances que se habían producido.

Junto a las vías del tren, pronto empezó a urbanizarse un polígono industrial que fue  el motor económico de la ciudad y un potencial foco de empleo para Logroño, que permaneció y aumentó con el paso del tiempo. Este conglomerado industrial, en 1922, vio nacer a empresas punteras, como Torrealba y Bezares, fundada en ese año por Eladio Bezares Merino y Moisés Torrealba Murillo, amigos y naturales de Fuenmayor, y que tuvo su primera sede en la calle Vara de Rey, en la esquina de esta arteria con República Argentina, donde hoy existe un bloque de pisos y bajos comerciales.

Esta empresa, dedicada a la fabricación de bolsas de papel, tuvo un gran éxito desde el primer momento. En 1923 se señalaba que también imprimía revistas por encargo. La popularidad de esta firma queda reflejada en su participación en diferentes eventos de la ciudad, como rifas.

En 1931 la fábrica se encontraba en la Calle Gonzalo de Berceo y un año después, el 24 de abril de 1932, se daba noticia del robo de dos máquinas de escribir de esta industria. En 1933, la empresa Torrealba y Bezares será depositaria de las bases de un concurso de instalación de pararrayos en las Casas Baratas. Durante estos años, la fábrica recibía visitas de escolares, que conocían el sistema de producción. El estallido de la Guerra Civil no detuvo el funcionamiento de esta empresa, que siguió trabajando y realizó donaciones para hospitales. En 1938, el Consistorio Logroñés autorizó a Torrealba y Bezares a derribar un pabellón en República Argentina. Tras la finalización de la guerra, los productos de esta empresa tenían ya renombre nacional. En 1946, se autorizó la construcción de una nueva fábrica. En los años 60, el tamaño de esta empresa y su plantilla ya eran considerables, por lo que traslada su sede a Avenida de Burgos.

La empresa sigue existiendo y cuenta con presencia internacional.