Logroño recuerda a sus murallas en los nombres de tres calles que rememoran aquellos muros que la protegían en tiempos convulsos. Una de ellas, Muro de Cervantes, tuvo otra denominación más popular (Muro del Siete) antes de adoptar su cervantino 'apellido'.
La capital riojana es un ejemplo de núcleo surgido al calor de una ruta secular de paso de viajeros y que aún hoy tiene en el Camino de Santiago un eje vertebrador. Su carácter fronterizo determinó una de sus características, la presencia de murallas, de estructura sencilla en un primero momento y varias puertas, como de la Herventia, en la entrada de la calle Portales. Tras el sitio francés de 1521, se fortaleció contra las nuevas técnicas de artillería, con muros más sólidos y un lienzo amurallado ampliado hacia el sur, lo que dio lugar a La Villanueva, un barrio con siete calles; y de ese guarismo derivó el nombre de Muro del Siete.
El barrio fue cambiando y viendo cómo se alzaban edificios notables. Uno de ellos, en la esquina de la puerta de la Herventia y el Muro del Siete, dentro de las murallas, fue construido en el siglo XVIII, con pilastras y arcos de medio punto como elementos arquitectónicos destacados. El inmueble, de dos plantas, alojó desde el Gobierno Militar hasta algunos periódicos, pasando por las oficinas de Correos y Telégrafos y la Sociedad de La Fraternidad. Lo separaba del Palacio de los Chapiteles el callejón de San Isidro. Al desaparecer las murallas, el antiguo paseo de ronda se transformó en calle Muro del Siete.
La Casa de Correos fue derriba a finales de los 70 del siglo XIX, para dar paso a un edificio residencial, obra del arquitecto Luis Barrón. En el primer piso se asentó, en 1927, el Ateneo Riojano. En 1889 se creó la plaza Amós Salvador, tras el derribo de la Casa de Correos y la ampliación del callejón de San Isidro.
Con la desaparición de aquel vetusto edificio y siguiendo las trazas que Maximiano Hijón había hecho en el plano de alineaciones, la ciudad creció hacia el este.
El cambio de nombre llegó en 1905 y con debate. El Ayuntamiento planteó abandonar la vieja denominación de Muro del Siete por la de Muro de Cervantes, con motivo del III centenario del célebre escritor. El acuerdo se adoptó tras varias confrontaciones internas, como recogen las crónicas de la época.