Los productores de miel riojanos sacan pecho y avalan la calidad de su producto frente a sucedáneos y mezclas generalmente importadas y que se imponen en la competencia de precios en los lineales de las grandes superficies. Una rápida visita a un supermercado ubicado en el logroñés barrio de Cascajos avala la queja que mantienen sindicatos agrarios y productores. De los 2,95 euros de una miel con eucalipto importada a los prácticamente 10 euros de una natural de Igea.
«Pueden ser mezclas procedentes de China, sucedáneos o siropes, pero no tienen nada que ver con la miel natural que se produce en La Rioja», detalla Vanesa Díaz, veterinaria de la Unión de Agricultores de La Rioja (Uagr), organización agraria que ha celebrado recientemente unas jornadas, entre otras cuestiones, para alzar la voz y reclamar a las autoridades la exigencia de un etiquetado exhaustivo que informe con rigurosidad al consumidor sobre la calidad del producto que adquiere. De lo contrario, se permite, en opinión del sindicato, «un fraude» ya que el Ministerio no obliga a plasmar en la etiqueta los porcentajes de la procedencia de la miel ni si se mezcla con miel de España.
La Rioja cuenta actualmente con 40 explotaciones profesionales dedicadas a la apicultura que suponen el 10% del total entre las dedicadas a autoconsumo y las conocidas como hobbistas. Sin embargo, estas 40 profesionales albergan el 75%, 19.243 en términos absolutos, de las colmenas totales existentes en la región (25.586).
Con todo, la miel riojana, arrastra dos años para el olvido. Los apicultores de la región llegaron a recolectar cerca de 350.000 kilogramos en el año 2020. El pasado ejercicio las cifras no llegaron ni a 250.000 kilogramos. Una merma de producción que, como suele ordenar el mercado, deriva en un incremento de precios.
Dos batallas riojanas. Roberto Calco, apicultor en Santa Marina y la zona del Jubera puso hace ya años 300 colmenas. Ingeniero de Montes de formación, el 85% de sus ingresos procede de la producción y venta de la miel. Al margen del precio de venta, «las grandes superficies exigen grandes cantidades para poder vender en ellas».
Su estrategia comercial se dirige por tanto a las pequeñas tiendas de barrio «donde es más fácil la venta de un producto que los clientes saben que es local». A su juicio, «las grandes producciones huyen del valor añadido que aporta la calidad».
En el otro lado de la batalla por la venta un producto sensible a la reducción de abejas a causa del cambio climático, se encuentra, también en La Rioja, la empresa Milimiel coloca sus tarros en supermercados sabedor de que su producto alcanza los 10 o 10,50 euros, muy por encima de los 4,50 de media que viene a costar la miel importada de terceros países.
Ahora bien, Marco Gómez, responsable de la firma con colmenas en los Cameros Nuevo y Viejo, de nuevo la batalla se centra en la calidad. «Nuestra miel es más cara pero totalmente natural».
También aumentan, como en otros muchos sectores, los gastos de producción pero sin duda, uno de los principales males de la apicultora es la varroosis, un ácaro que parasita las colmenas y para el que se intentaron diferentes tratamiento que resultaron inútiles. Actualmente se ha logrado un tratamiento relativamente eficaz y que supone un pequeño alivio para el sector apícola riojano.
Un sector que atrae y fija población en el medio rural
Dice la sabiduría popular que no hay miel sin hiel y al margen de la interpretación que se le quiera otorgar al dicho, se podría aludir a algunos años de bonanza que han dado paso a una situación tan complejo como complicado en el sector apícola.
Suele basarse cualquier análisis de cualquier sector productivo en términos absolutamente económicos. Sin embargo, la producción de miel contribuye a fijar población en un medio rural necesitado de personas y de actividad. Y en este sentido, se erige bastante más complejo aún, medir el rendimiento del sector de la apicultura en términos poblaciones.
Pero como ejemplo, valga el caso de Roberto Calvo, que regresó a Santa Marina para dedicarse a la producción de miel dejando atrás la oficina de ingeniero de la capital.
Desde las praderas del pueblo más alto de la Comunidad riojana ofrece un producto cien por cien riojano y cien por cien natural.
Calvo compagina la apicultura con la cría de caballos de carne y además, desarrolla algún trabajo de ingeniería, su formación académica.