De la estirpe de Platero

Laura Merino
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Aunque los burros corren el riesgo de extinguirse, quedan ganaderos nostálgicos dedicados a su cría. El viguereño Miguel Ángel Rodríguez cuida con mimo a sus 9 asnos, que además de limpiar el terreno «hacen frente a los lobos»

Miguel Ángel junto a dos de sus borricos en Viguera - Foto: Carlos Caperos

Los burros, fieles compañeros del ser humano durante siglos, llevan desde hace tiempo enfrentándose a una preocupante realidad: cada vez son menos los que quedan. El número ha disminuido tanto en las últimas décadas que llega a ser alarmante hasta la posibilidad de que en un futuro no muy lejano lo puedan declarar en peligro de extinción. Actualmente, son seis las razas autóctonas españolas las que se encuentran amenazadas, motivo por el que varias reservas y asociaciones de toda España trabajan día y noche para evitar su desaparición.

Es el caso de El Refugio del Burrito, fundado en 2003, con el fin de proteger a estos animales, promover su bienestar a nivel nacional y proporcionarles el cuidado y la seguridad permanente en cualquier lugar de España ante el maltrato, la omisión de cuidados básicos y el abandono. Rosa Chaparro, portavoz de esta asociación explica que en el siglo XX, en España había más de 150.000 burros (el más famoso, el inmortalizado para la literatura por Juan Ramón Jiménez) y ahora se estima que hay 30.000, teniendo en cuenta que «es muy complicado tener una asignación exacta del número porque se contabilizan como équidos y muchos de ellos no están identificados».  

«El mayor peligro que está atravesando el burro como especie en sí, a nivel mundial es la demanda china de 'ejiao'», explica Chaparro. Esto se trata de un remedio tradicional elaborado con la gelatina que contiene la piel de asno por lo que esta demanda en el país asiático implica que «se compre y se importe piel de burro desde África y Latinoamérica, países en los que sí que utilizan al animal con un fin productivo». También destaca que «en los países industrializados la principal amenaza es la omisión de cuidados básicos debido al desconocimiento de dichos cuidados, muchos de los tratamientos pueden ser costosos y, al no tener un valor productivo, las personas se desentienden». 

Además, la portavoz añade que en la actualidad en España quienes tienen rucios suelen ser personas que los quieren «como animal de compañía» por lo que no les importa si es de raza o no, lo que implica que las distintas razas estén amenazadas.  

Afición. Miguel Ángel Rodríguez, de Viguera, ha dedicado toda su vida al cuidado de animales como ganadero. En su momento, explica que llegó a tener alrededor de 250 vacas, pero ahora, a sus 70 años, ha encontrado en los asnos una pasión que le llena de satisfacción y alegría. Hace ocho meses empezó esta aventura, y aunque no todo le ha resultado fácil, está encantado con ellos. 

Aunque recuerda con tristeza que sufrió la pérdida de uno de sus borricos y se llevó un gran disgusto, su amor por estos animales continúa intacto porque para él, más que animales de compañía son compañeros de vida en su día a día. «Los tengo por capricho, subo aquí, me entretengo, les echo pan y los cuido», explica mientras varios se le acercaban en busca de alguna caricia y reflejando así la conexión que ha ido forjando con el paso del tiempo. Además, reconoce la utilidad de los burros: «Limpian mucho el terreno e incluso hacen frente a los lobos». 

Actualmente, cuida de nueve burros, uno de ellos, el único macho de raza zamorano-leonés, no descarta adquirir  más siempre y cuando sean hembras: «Igual compro algún otro burro, pero de momento voy a esperar a que pase el invierno y en primavera ya veré a ver qué pasa». 

Rodríguez es un ganadero experimentado, pero también un hombre que vive el presente con gratitud.«Estoy muy bien con ellos. Al principio daban un poco de guerra, pero ahora da gusto verlos», asegura con una sonrisa. Cada día sube al monte y pasa gran parte de su tiempo disfrutando de su compañía, aunque es pragmático respecto al futuro ya que si en algún momento le dan problemas tendría que buscar una solución, aunque implicara venderlos. Pero mientras tanto, se dedica a su cuidado y a garantizar su bienestar. 

Con toda una vida dedicada al monte y a la ganadería, Rodríguez es un ejemplo de dedicación y amor por los animales y aunque reconoce que esta pasión no es compartida en su familia, su intención es seguir cuidando y criando burros todo lo que pueda, hasta que su salud se lo permita.