La imprenta supuso sin duda alguna uno de los mayores avances para la historia de la humanidad. Tras su creación, la cultura, que en el periodo medieval precedente veía limitada su difusión a la laboriosa y lenta tarea de los manuscritos, pudo fluir de una manera más rápida con la máquina ideada por Gutemberg. Con ella, también viajaron las nuevas ideas, como las de la reforma protestante. Logroño contó con una calle denominada De la Imprenta, que debía su nombre al célebre impresor Arnao Guillén de Brocar.
La actual calle Martínez Zaporta conecta la calle Mayor y Portales. Bajo sus adoquines fluye el río Triperías, uno de los múltiples cauces que atraviesan la ciudad y que servía de drenaje. El nombre ya existía en el siglo XVI. Su trazado se corresponde con la calle Carnicerías y el propio Callejón de Triperías. El espacio urbano en aquellos momentos presentaba un aspecto diferente al actual. Es en este entorno donde se asentó Arnao Guillén de Brocar y donde abrió la que sería una de las primeras imprentas de Logroño. Este impresor tenía orígenes franceses y antes de recalar en la capital riojana había residido en Pamplona, de donde se supone que salió huyendo de la Inquisición. En 1502 se tiene noticia de que se encontraba ya en Logroño, donde imprimió importantes obras, algunas de ellas escritas por Antonio de Nebrija. Precisamente un ejemplar de la obra Introductiones latinae, del insigne humanista y lingüista, impreso en Logroño, le fue entregado al Cardenal Cisneros.
El taller de Arnao permaneció abierto hasta 1517, tras haber realizado impresiones de más de 80 obras. Sin embargo, en 1511 el impresor se trasladó a Alcalá de Henares. Su fama le vino al ser el impresor de la Biblia Políglota, encargada también por Cisneros. A su muerte, el impresor dejó su herencia a una capilla en el convento de Valcuerna o Valbuena. El recuerdo sobrevivió a Arnao, pues el nombre de la Calle de la Imprenta se mantuvo durante siglos.
A principios del siglo XX, concretamente en 1910, se derribaron varias edificaciones preexistentes. De esa remodelación surgió la plaza y el Teatro Moderno, que con el correr del tiempo dejaría paso a los desaparecidos Cines Moderno. Además, afamados arquitectos locales, como Fermín Álamo, construyeron los nuevos edificios, que se fueron erigiendo en esos momentos. Pese a los cambios urbanísticos, el nombre de la Calle de la Imprenta se mantuvo hasta 1935, cuando recibió la denominación actual en honor al periodista Francisco Martínez Zaporta. El recuerdo de Arnao Guillén de Brocar también se materializó en 1956, con una placa en recuerdo de la presencia de este insigne impresor en la zona, inaugurada en un ambiente festivo y literario. En la actualidad, este rincón es muy frecuentado por logroñeses y foráneos.