Durante cuatro años ejerció la dirección de obra de la bodega de Marqués de Riscal, de Frank Gehry, aunque se considera admirador de Fermín Álamo y Agapito del Valle. Domingo García-Pozuelo(Murcia, 1947)fue durante ocho años el decano del Colegio Oficial de Arquitectos de LaRioja, profesión que ha dejado atrás(aunque un arquitecto no tiene fecha de caducidad)para dar paso a su pasión por la fotografía. «Vine para conocer SanMillán y llevo ya 53 años en LaRioja», se sincera. En Logroño conoció a su mujer y no hubo ya forma de marcharse. El aniversario de su llegada a La Rioja se cumplió el pasado 18 de julio, fecha de inauguración de la muestra Lugares Habitados que, hasta el 10 de septiembre, se puede visitar en el Centro de la Cultura del Rioja.
La exposición reúne casi un centenar de estampas recogidas a partir de 2008 y que muestran su afición viajera, su vocación caminante y su querencia por los paisajes urbanos. Chicago, Berlín, Altea o Nápoles han sido retratadas por este arquitecto que, en cualquier caso, se declara enamorado «París, Nueva York y Roma».
A la primera va siempre que puede y a la segunda fue por vez primera en los noventa, «cuando el cambio del dólar eran 90 pesetas y comprábamos todo de dos en dos». «Give me two», era la frase más repetida por la expedición. También es un enamorado de la ciudad eterna hasta el punto de que ahí se erige su edificio preferido: «Sé que es un tópico pero me quedo con elPanteón que, prácticamente, marca el inicio de la historia de la arquitectura». Aunque fue comisionado para acabar el revestimiento de la chimenea número 7 del Palau Güell, obra de Gaudí por si hubiera dudas, es otro contemporáneo, Otto Wagner, maestro de la Secesión vienesa, su arquitecto de cabecera.
Este flaneur reconoce que las ciudades se han 'deshumanizado', «aunque no Logroño, que sigue siendo amable». Lo que tiene claro es que tanto la gentrificación como la turistificación son dos fenómenos de «difícil solución». «Sé que se cometen abusos, pero todos tenemos derecho a ver Venecia», asevera.
El gusto por el octavo arte lo heredó de su padre,«que era ingeniero y apasionado de la fotografía». «Tenía un laboratorio en casa y aprendí el oficio viéndole trabajar aunque mi pasión, como tal, arranca con 16 o 17 años», rememora. Primero cultivó la fotografía en blanco y negro, después se pasó a las diapositivas y ahora está encantado con las posibilidades de la «digitalización». Si en el pasado no tuvo reparos en usar, indistintamente, Nikon y Canon, ahora flirtea con una Ricoh.
Su fotógrafo fetiche es Robert Doisneau, aunque si tiene que elegir una imagen, se queda con un clip de Catalá Roca: Señoritas paseando por la Gran Vía', instantánea tomada en 1952. Su muestra, en la que el paisaje urbano es protagonista, tiene ecos de ambos artistas.