El edificio que se ha venido abajo en la calle Juan XXIII de Logroño fue levantado hace 60 años por la congregación de las Religiosas Adoratrices como «colegio, casa, hogar y residencia de señoritas» con un presupuesto de 5.216.405 pesetas, y estaba siendo reformado actualmente para convertirlo en residencia de estudiantes, después de que la orden propietaria del colegio aledaño vendiese el inmueble, ya en desuso, a una empresa que gestiona este tipo de alojamientos universitarios.
Como informó en su día a El Día de La Rioja la empresa promotora de la reforma, Global Gemina, las obras de rehabilitación del inmueble tienen un preuspuesto de ocho millones de euros. El edificio, en el número 8 de la calle Juan XXIII, está anexo al colegio Adoratrices, congregación que abrió el centro escolar en 1902, y la residencia de la que se ha desprendido en 1964.
El pasado 14 de abril, el Ayuntamiento de Logroño daba el visto bueno a la licencia ambiental y de rehabilitación y reforma de este edificio, según el proyecto que presentó Global Gemina, una empresa dedicada a la construcción, gestión, promoción, desarrollo y explotación de residencias para estudiantes y universitarios, colegios mayores u otras soluciones de alojamiento en el ámbito educativo.
Está íntimamente vinculada con Micampus, que gestiona ya en Logroño la residencia de La Ribera, y que apuntó, en su día, que la previsión era construir en la nueva 120 habitaciones entre individuales y dobles, y contar con una disponibilidad de 128 plazas con la previsión que entre en funcionamiento en septiembre de 2024, 18 meses después del inicio de las obras, que ya han comenzado.
Según confirmaba entonces Micampus, una de las mayores compañías de residencias de estudiantes de España con casi 6.000 camas, las instalaciones contarán con servicios de gimnasio, cocina, comedor, salas de estudio, sala de estar y cine, servicios comunes distribuidos en planta baja y tres sobre rasante.
Los planes de la firma se centraban en la reforma del edificio, tanto interior y exterior, con el horizonte de «realzar tanto su valor arquitectónico como funcional, respetando el entorno actual, donde el propio edificio y sus residentes generaran nuevas relaciones con el lugar». La superficie construida total proyectada superaba los 3.800 metros cuadrados, con una superficie útil de habitaciones de casi 1.900 metros cuadrados y 1.100 de zonas comunes.
Urbanísticamente, el proyecto no contemplaba modificar ni reajustar las alineaciones exteriores y no se varíaba la edificabilidad ni altura máxima, a la vez que la ordenación no causaba perjuicio ni alteraba las condiciones de la ordenación de los inmuebles colindantes, al no incrementarse la altura de los volúmenes. Se amplía el retranqueo medianero con las parcelas colindantes en los números 16, 18 y 20 de presidente Leopoldo Calvo Sotelo que, según el estudio de detalle presentado en el Ayuntamiento, mejoran sus condiciones de iluminación y ventilación.
Edificios autónomos. Desde la construcción del edificio, en los años sesenta, el colegio se encuentra en el número 10 de Juan XXIII y la residencia de estudiantes en el 8 y el funcionamiento de uno es independiente del de la otra. El cierre de esta última hace unos años llevó a la Congregación de Religiosas Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad a la venta del inmueble, ya que el colegio «no tiene ninguna necesidad de complementar s actividad con este uso, puesto que es totalmente autónomo». Adoratrices prosigue con la actividad docente, aunque reconocen el descenso de alumnado en los últimos años.
La antigua residencia de señoritas entró en funcionamiento en 1964 y nunca ha sido destinado a ninguna otra actividad que no sea la misma con la que se abrió para lo que cuenta con una licencia para «la apertura de una residencia para jóvenes» en vigor desde 1983, aunque en este último trámite urbanístico había ampliado su uso a dotacional privado sanitario y asistencial.
Durante todos estos años, las Adoratrices han dirigido la residencia Jorbalán, que disponía de 115 plazas en habitaciones individuales sin baño, con dos salas de estudio, una de televisión y un gimnasio hasta su cierre. Se trataba de una residencia de carácter únicamente femenino hasta que la congregación vendió el edificio a la nueva compañía, Global Gemina.