La adversidad está ahí, pero las personas se hacen según el obstáculo que sobrepasan. Aunque a primera vista suene como tal, no es la frase con la que termina una de los largometrajes nominados a la siguiente gala de los Premios Óscar. Es la mayor verdad que, aunque duela, puede extraerse de una conversación instructiva a la par que emocionante que se puede mantener con tres protagonistas que mañana surcarán las aguas del Río Ebro a su paso por la capital riojana.
Víctor Tomás (Arnedo, 1985) tuvo un accidente doméstico en la bodega de un familiar. Rompió un cristal y su primer recuerdo fue decir: «Ala, ya la he liado». «Pero al sacar el brazo noté la mano dormida, sin moverla. Me miré el brazo y tenía la vena fuera, que expulsaba sangre descontroladamente. Me corté un poco más arriba de la altura del codo, pero corté tendones, nervios, paleta humeral, los nervios de la mano… Me quedé sin bíceps y con una parálisis en la mano derecha», explica. Resultó clave la acción de sus amigos, que rápido le presionaron y le bajaron al ambulatorio arnedano. «Llegué muy débil y flojo. Llegó la ambulancia y bajamos a calahorra para seguir metiéndome sangre. Ahí perdí el conocimiento y me levanté en la UCI de Zaragoza. No sabía donde estaba ni qué había pasado. Allí, hablando con mis padres, me habían cogido la vena de la pierna para empalmarla en el brazo». Ahora vive con una discapacidad del 41%.
«Yo tuve un accidente en bici con 20 años», narra Óscar Majuelo (Lapuebla, 1995). En un salto en Labastida, cayó de cabeza pero con la espalda encogida «y menos mal, porque sino la fractura habría sido más alta». El resultado, fractura de vértebra y la médula seccionada. «Me tumbé boca arriba pero desde el minuto uno sabía lo que me había pasado. Iba con dos amigos, pero reaccioné sacando el teléfono del bolsillo y llamando a mi madre para decirle que me había quedado parapléjico porque no me podía mover. Se me quedó una paraplejia a nivel de la dorsal 12, sin sensibilidad de cintura para abajo con nada de movimiento», explica. Desde ese día, vive sobre una silla de ruedas. «En el hospital te enseñan a vivir otra vez. Ahí es todo muy fácil porque es 'planito'. Luego cuando sales a la vida real te das cuenta de que no hay accesibilidad en nada, que la silla cuesta moverla, te cansas mucho… lo duro es cuando sales».
El caso de Luis Miguel 'Luismi' López Pérez (París, 1972) es más sonado. El Guardia Civil, instructor del Centro de Adiestramientos Especiales (CAE), sufrió un accidente el 28 de noviembre de 2022, cuando en el mar Cantábrico, a dos kilómetros del puerto de Santander, en una operación con una narcolancha toparon con un banco de arena. Una hélice de la lancha cayó encima de él y le amputó la pierna. «Te das cuenta perfectamente. Sentí un golpe fuerte en la espalda y me quedé sin sentir dolor debajo de la embarcación. Dije: ¡menuda leche que nos hemos metido, qué ha pasado! Quise salir a superficie pero no podía porque algo me enganchaba el pie. Lo siguiente que toque fue tierra. Entonces me enganché arriba y tiré fuerte para arriba porque necesitaba respirar. Entonces algo se soltó, pensaba que se había enganchado la bota. Vi que a mis compañeros les llegaba el agua por la altura de la cintura. Y en ese momento se puso como la película de Tiburón, un charco rojo y sabía que algo me había pasado. Levanté la pierna y ya no la tenía. Eso que se había soltado eran restos de tendones, huesos o el propio neopreno que llevábamos que se había medio enganchado», relata un hombre que tuvo «la suerte» de tener un equipo entero de amputados en el hospital de Valdecilla para ser operado.
INTEGRADOR. Juntos, forman parte del Relevo Paralímpico de La Rioja y mañana competirán en Paracanoe -Óscar y Luismi-, si bien Víctor lo hará en SUP(Stand Up Paddle). Tras sus accidentes, para ellos el deporte es «una vía de escape». «Cuando estás en silla, crees que hay muchas cosas que no puedes hacer», dice Óscar. «Pero todo se adapta. Y cuando te montas en la piragua, eres uno más, no sientes que te hayan dejado de lado por ir en silla». A su lado, Víctor apunta que cuando se monta en el SUP «nadie sabe si soy discapacitado o no». «Yo me monto, remo y ya está. Me crea paz y adrenalina. El deporte sienta genial para la cabeza, porque conoces a muchísima gente, te integras, preguntas, te preguntan, te ayudan y ayudas».
Sus accidentes son «algo que ha pasado y a lo que no le puedes dar más vueltas». El problema viene cuando «hay gente que no lleva tan bien». Reconocen su pelea constante por la accesibilidad. «Nuestra lucha no es para ninguno de nosotros tres, sino para todos los que vengan detrás que igual no tienen la cabeza o la capacidad física que tenemos nosotros. Somos afortunados pero la realidad es que todo se complica bastante. La adversidad está ahí, pero las personas se hacen según el obstáculo que sobrepasan. Eso demuestra qué tipo de persona eres», manifiesta desde el corazón Luismi.
LUCHA COTIDIANA. Añade que hay gente que se acomoda y quiere que le hagan todo; «en nuestro caso es todo lo contrario, queremos ser completamente independientes, cosa que en muchos aspectos es imposible, pero esa es nuestra lucha cotidiana».
Óscar, junto a él, reconoce con su sonrisa característica que, «en temas de accesibilidad, doy muchísima guerra». «No por mí, porque yo no tengo problemas. Si tengo que subir escaleras me tiro al suelo y las subo, pero siempre hay alguien que va a estar peor. Siempre estoy mirando para luchar que todo el mundo tenga facilidad y comodidad de vida». Y la jugada la remata Víctor, más escueto que sus compañeros: «tienes dos opciones, llorar o superarte, buscando la normalidad».
¿Afortunados? Sí, afortunados. «Una lección aprendida es que por muy putada que pueda parecer cuando te pasa algo así, en realidad esto es un milagro. Podría(mos) estar muerto(s). Ahí te das cuenta de lo afortunado que eres. Ganas una batalla y es a partir de ahí cuando empiezas a librar otras», comentan entre ellos.
Esas batallas son más simples. «Te cambia la percepción de la vida. Ahora simplifico mucho más las cosas. Si antes era un 'feliciano', ahora lo soy más. Te enfadabas por cosas o temas a los que les dabas mucha importancia, ahora te das cuenta de que no son nada, que hay aspectos mucho más complicados», destaca Luismi. Y junto a él, Óscar afirma sin preámbulos que es mucho más resolutivo. «Es simple, dejas de darle mil vueltas a todo porque, en realidad, todo es mucho más fácil» Sencillo, ¿a que sí?
Solo hay discrepancia en un aspecto, en relación a si regresarían o no, a su vida 'de antes'. Sin embargo, sin revelar la identidad de cada cuál, hay uno de ellos que sí lo haría, otro que no y un tercero… «que me da igual, porque ha tocado así y así tiene que ser». A juicio del propio lector queda jugar a ¿Quién es quién?
Y es que, de nuevo, vuelven a coincidir en la importancia del entorno. «Es fundamental», revelan. «Tu puedes ser anímicamente muy fuerte, pero si tu entorno no te acompaña, se dificulta todo. No queremos que nos miren con pena, simplemente apoyarte cómo eres ahora, punto. No es ayuda, no es compasión, es apoyo». Y antes de terminar, Víctor confiesa un secreto más que trascendental: el humor. «Tienes que tener humor para todo y tomarte las cosas como lo que son, pero con humor».