Mirar al cielo y a la predicción del tiempo en el teléfono móvil es el eterno sino de los agricultores, pero estos días se ha convertido en una obsesión para los cerealistas riojanos, ante un pronóstico preocupante en buena parte de las zonas productoras de trigo y cebada: si no llueve en abundancia en diez o quince días se enfrentan a la tercera mala campaña consecutiva o, peor aún, a una cosecha tan catastrófica como la de 2023.
«El calor del pasado fin de semana hizo un daño terrorífico en el cereal y la colza. Hay agricultores de Rioja Alta que están pensando ya en dejar este año fincas sin cosechar por la sequía». El diagnóstico es de Óscar Salazar, presidente de la organización agraria UAGR-COAG y productor cerealista de Foncea, en el extremo noroeste de la región, una zona, como otras, principalmente de Rioja Alta, especialmente castigadas por la falta de agua, como también lo están Treviana, Bañares, Santo Domingo, Grañón, Villalobar, Leiva o Herramélluri.
No es la única voz que alerta de una campaña que puede resultar tan pésima como la anterior, de las peores que se recuerdan, si las esperadas precipitaciones no llegan en una semana o como mucho quince días. «El cereal está muy mal, pero también el guisante y el garbanzo; en tierras flojas está ya todo amarillo», se lamenta Ramón Sastre, asociado a la organización ARAG-ASAJA, que cultiva trigo y cebada, además de colza, en la zona de Manjarrés. Sastre se queja de que un año más en su zona no se les permita regar con agua de la presa de Yalde.
En Treviana, uno de los municipios donde las fincas de cereal presentan peor aspecto por la sequía, los 15 litros de agua que cayeron en Semana Santa resultan insuficientes para aportar humedad a tierras que son muy fuertes. «No ha llovido lo suficiente y con el gasto que hemos hecho en abono, nitrato y herbicidas, no salen las cuentas; otro año a poner dinero», señala Igor Ruiz, productor de esta localidad riojalteña.
La explicación de por qué muchas fincas de trigo y cebada se encuentren en una situación casi agónica la comparten varios productores: «No ha hecho invierno», señala uno de ellos, con lo cual el campo ha venido adelantado, las plantas «han tirado y ahora están paradas». Hay trigos que están ya espigando, un adelanto negativo que puede terminar en espigas sin fuerza que no lleguen a tener grano.
No venía mal año. Aunque la previsión no era mala hasta hace 15 días o un mes, la escasez de lluvia y las temperaturas anormalmente altas del pasado fin de semana, con los termómetros rondando o superando los 30 grados en la comarca de Haro, han dejado a los cultivos herbáceos casi tan afectados como el pasado año;o peor, en algún caso.
«Creo que por estas fechas, hay tierras que están peor que el año pasado; en mi jurisdicción, igual hay un 75 por ciento que está muy fastidiado», apostilla Ruiz, miembro de la UAGR-COAG, que apunta otro problema: la Política Agraria Común (PAC) obliga a sembrar una parte de girasol, que con la escasa humedad que hay en la tierra corre el riesgo de no nacer.
¿Si la meteorología diera una alegría con lluvia en una o dos semanas se salvaría la cosecha? Las respuestas tienen matices, desde quien opina que hay mucho ya irrecuperable a alguno más optimista, que cree que podría salvarse bastante, «aunque una buena cosecha no será».
«Ahora mismo hay mucha incertidumbre; si no llueve en los próximos días puede ser una cosecha peor que la del pasado año; si hubiera hecho dos días más de tanto calor como el pasado sábado y domingo, nos habríamos despedido del cereal en La Rioja», reflexiona Óscar Salazar.
Para colmo de males, la falta de parada invernal, con una estación sin apenas heladas, ha provocado en numerosas fincas la aparición de virosis provocada por los pulgones, que pican a la planta y la diezman, una amenaza que otros años suele estar muy localizada y que ahora se ha extendido.
Lo único que se puede hacer, más allá de esperar a que cambien las previsiones de lluvia a una semana vista, que pronostican alguna precipitación pero de escasa entidad, es echar mano de tuberías y aspersores allí donde hay regadío.
Es lo que hace, por ejemplo, Álvaro Cantera, productor de Cihuri y miembro de ARAG-ASAJA, que apunta que aunque haya que sumar el coste del riego a los ya elevados costes de producción, la disyuntiva es clara: con el 75 por ciento de los costes ya invertidos en la cosecha «es mejor invertir un poco más que perderlo todo».
Otra cosa son las zonas de secano y especialmente algunas afectadas sobremanera por esos tres días fatídicos para el cereal con máximas de 30 grados y mínimas nocturnas por encima de 20. Eso sumado a que la Semana Santa dejó menos lluvia de la esperada. En Cihuri, la precipitación caída durante los tres días en que llovió algo no superó los 20 litros por metro cuadrado, recuerda Cantera.
La última referencia de una siega decente de cereal se remonta a 2021, porque la campaña de 2022 ya fue floja y la de 2023 «catastrófica», resume Ramón Sastre, que estima, en su caso, producciones medias en esos dos últimos años de 2.500 y 1.500 kilos por hectárea respectivamente, cuando debería estar en torno a los 5.000 kilos.
«Todo el que puede está regando»
Álvaro Cantera, productor cerealista y de guisante para congelar y viticultor, acaba de terminar de preparar los tubos para regar cuando atiende a El Día de La Rioja al teléfono. «Todo el mundo está procurando regar para salvar lo que se pueda; en las zonas de regadío se riega día y noche», asegura, con la misma preocupación que otros agricultores por los efectos de la sequía sobre los campos de trigo y cebada, que se han extremado este mismo mes. De hecho, Cantera explica que la cosecha de cereal «venía bastante bien» hasta el mes de marzo. La humedad que guardaba la tierra era suficiente para que las plantas aguantasen, pero los tres días del pasado fin de semana, con temperaturas máximas por encima de los 30 grados y sin el alivio del frescor que suele proporcionar la noche, dado que las mínimas no bajaron de 20 grados, hicieron que muchas parcelas quedasen «achicharradas». Muchas de ellas, donde los corros de color marrón abundan más que los verdes, son ya irrecuperables.
«La PAC nos está arruinando»
La queja por el bajo precio que reciben los agricultores por trigo y cebada es histórica. Ahora, la referencia la marca fundamentalmente el grano de Ucrania, que tiene menos proteína y peso específico. Y este año, los precios han bajado un 50%. La tonelada de trigo se paga a 200 euros y la de cebada de 180 a 190 euros. Con un coste de producción de unos 1.200 euros por hectárea, «hacen falta 6.000 kilos de cereal por hectárea para librar», apunta el presidente de UAGR-COAG, que duda que en la próxima cosecha se alcance la mitad de ese rendimiento. Salazar defiende la ayuda a Ucrania, pero no a costa del agro español. «Los cerealistas españoles no tenemos por qué pagar la guerra de Ucrania», indica este agricultor, que explica que la exención de aranceles al grano de ese país se ha prorrogado un año más. Reprocha al Gobierno de La Rioja que haya incumplido su promesa de ayudas directas, que solo concede al vino y al champiñón, a diferencia de Castilla y León y País Vasco. También denuncia las exigencias de la PAC, «que está arruinando a agricultores y ganaderos».