El próximo 15 de agosto se cumplirán 25 años del doctorado de Diego Urdiales, un cuarto de siglo de perseverancia que ha aupado a la maestría en los ruedos al diestro riojano, quien está a punto de iniciar una temporada con "un aroma especial", según ha reconocido en una entrevista con EFE.
Urdiales (Arnedo, La Rioja, 1975) tomó la alternativa el 15 de agosto de 1999 en la francesa plaza de Dax de manos del maestro Paco Ojeda como padrino y con Manuel Díaz 'El Cordobés' de testigo ante toros de Puerta Hermanos.
Este año, el torero riojano ya aparece anunciado en dos festivales muy madrugadores: Recas (Toledo) el 28 de enero y Écija (Sevilla) el 28 de febrero.
En la temporada en la que se van a cumplir las 'bodas de plata' como matador de toros. ¿Cuál es el objetivo que se marca Diego Urdiales?
Respuesta: Sin duda va a ser especial, pero tengo claro que pretendo disfrutarla al máximo. No ha sido nada fácil estar como matador de toros todo este tiempo y de ello me siento tremendamente orgulloso.
Si pudieras elegir un lugar. ¿Dónde te gustaría torear el próximo 15 de agosto?
Ya hay negociaciones con la feria de Dax y aunque es pronto para precisar una fecha concreta, sí quisiera repetir paseíllo en el mismo coso donde tomé la alternativa. Dax me haría mucha ilusión.
Echando la vista atrás. ¿Cuál ha sido el momento más feliz en un ruedo?
Por fortuna ha habido muchas tardes vividas con tremenda intensidad. Es complicado quedarme con una en concreto, ya que cuando viene esa tarde especial en la que ha pasado algo importante es ese el momento buscado; luego llegan otras y vuelven a ser instantes que uno no olvida.
¿'Molinito' y Logroño fue uno de esos días?
Por supuesto, Logroño ha supuesto mucho para mí, fue todo un empujón. No olvido, además, la tarde de 'Favorito' de Alcurrucén en Bilbao; la del Fuente Ymbro 'Hurón' en Las Ventas; 'Francés', un toro de Domingo Hernández al que desorejé para salir a hombros en Sevilla; una tarde en la plaza de México, en fin, por fortuna ha habido muy buenos momentos en estos años.
Y si en esa mirada atrás buscamos el día más negro, ¿Dónde lo sitúas?
Me ocurre lo mismo, no encuentro un caso concreto. Lo peor, además de las volteretas, percances o la recuperación de alguna lesión, lo pongo en esas tardes en que uno va pleno de esperanza, lo pone todo para triunfar y las cosas no salen.
¿Has notado alguna evolución en la tauromaquia en estos 25 años?
Por supuesto, el toro ha cambiado una barbaridad. Los ganaderos están haciendo un verdadero milagro ya que además de criar toros con mucho volumen, hacen que embistan con calidad, que aguanten las faenas y además están consiguiendo cierta regularidad. Por otra parte, ahora mismo se torea a un gran nivel. Todos evolucionamos tras haber aprendido cosas de los maestros que nos precedieron, igual que ellos lo hicieron antes. Es un camino que deja una estela donde cada uno deja el sello de su personalidad.
¿Es la personalidad de un torero lo que de verdad cotiza?
Totalmente. Hay que tenerla, pero además hay que poseer alguna otra virtud, y que aparezca como muy destacada para poder funcionar.
¿Qué queda de aquel Diego Urdiales que tomó en Dax la alternativa?
Retengo mucho de lo de entonces. Sigo con esa ilusión que me lleva a sentir cosas muy especiales, añadiendo ahora ese barniz que aporta la experiencia de estos años y sabiendo entender una evolución que, de no haber sido así, no me hubiera permitido estar tanto tiempo en esta dura profesión.
¿Dónde encontrarías al mejor Urdiales en este cuarto de siglo?
Ahora mismo. Echando la mirada a atrás entiendo que ahora lo que me motiva es saber que cada temporada he buscado ser mejor torero y creo que lo he conseguido.
Tu toreo ha sido definido y así sigue siéndolo como toreo de pureza. Hay quien entiende este concepto en la tauromaquia como entregarse a un animal como es el toro y darle a elegir entre la muleta y el cuerpo. ¿Lo entiende Diego Urdiales así?
Sí. En mi opinión cuando un torero es puro y pretende mostrar su entrega tiene que estar en un sitio determinado y colocarse exponiendo. Sólo así puede apreciarse la entrega.