«El banco de semillas cumple con su misión de transmitir vida»

Laura Merino
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Ahora, su objetivo es crear un museo itinerante y ampliar las instalaciones

El fundador y responsable del Jardín Botánico de La Rioja, Antonio Bartolomé - Foto: Carlos Caperos

En el corazón de La Rioja, se encuentra un rincón mágico donde la naturaleza florece en todo su esplendor. Se trata del Jardín Botánico de La Rioja, un proyecto nacido de la pasión y la dedicación de Antonio Bartolomé Fernández, su fundador y responsable. Lo que comenzó como una idea personal, ligada a un terreno familiar, se ha convertido en un espacio de referencia para la biodiversidad, la educación ambiental y la conservación de las diferentes especies.

Bartolomé, farmacéutico de profesión y amante de la botánica, decidió en 1985 comenzar a dar vida a su sueño con el objetivo de convertir el jardín en un espacio didáctico y accesible para las próximas generaciones. Los primeros 20 años, «fueron de preparación, plantando, comprando más terreno y con un orden botánico e incluso desorden», explica divertido, destacando que hasta 2005 no abrieron al público. «No había dificultades, solo teníamos que trabajar y poner empeño», asegura. 

Hoy, el Jardín Botánico de La Rioja alberga alrededor de 2.000 especies, donde destaca la gran colección de coníferas. Sin embargo, una parte que remarca Bartolomé de su labor es la conservación de las «hierbas silvestres», que durante mucho tiempo fueron consideradas como «malas hierbas». «Los niños tienen derecho a heredar también esta biodiversidad», sostiene el fundador, quien impulsa un programa para preservar unas «300 especies en el banco de semillas del jardín». 

De hecho, este banco de semillas es el corazón del proyecto. Más allá de su función expositiva, este espacio actúa como un refugio para la flora autóctona, almacenando semillas de diversas especies en función de los distintos protocolos internacionales. «Principalmente conservamos especies autóctonas, a no ser que sean muy especiales o estén en peligro de extinción», apunta. Además, afirma con convicción que en el caso de que el jardín tuviera que cerrar, pero el banco de semillas siguiera funcionando, su misión «estaría cumplida» porque su objetivo es «transmitir vida y biodiversidad».

Ahora, con el fin de ampliar su impacto, están en proceso de crear un museo-laboratorio en el sótano del recinto, donde se exhibirá la riqueza vegetal que se resguarda en el jardín. Pero más allá de la botánica, este lugar natural es un espacio para el aprendizaje y descubrimiento sobre todo para los más pequeños. Con actividades como paseos guiados, aulas de naturaleza y talleres sobre aves rapaces, el proyecto fomenta la curiosidad y el amor por el entorno natural. «Cuando los niños vienen, muchos descubren su vocación y sabemos que estamos sembrando futuro», explica Bartolomé. 

A pesar de su relevancia, el jardín enfrenta retos constantes, especialmente en materia de financiación ya que su mantenimiento depende de la colaboración de voluntarios, la pasión de quienes lo visitan y el apoyo institucional. Sin estas ayudas, el proyecto no podría sostenerse. «Si nos cortan la financiación, no duraríamos ni una semana», reconoce. Ahora, el jardín sigue adelante con nuevos planes, como la ampliación de sus instalaciones y la creación de un museo itinerante que recorra La Rioja. 

Para Bartolomé lo más importante a lo largo de estos años no han sido solo las especies, sino también todas las personas que se han cruzado en su camino y se lleva en su corazón, por eso, concluye con emoción que «este es un jardín hecho con mucho amor y espera a todo el mundo con los brazos abiertos».