... alto voltaje

SPC-Agencias
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Carles Puigdemont afronta una nueva legislatura haciendo oposición desde su guarida belga de Waterloo, ante un nuevo jefe del Govern demasiado español para él y con el referéndum como única bandera

... alto voltaje - Foto: Alberto Estevez

Si algo ha dejado claro estos días el prófugo de la Justicia Carles Puigdemont es que estar siete años huido en el extranjero no es sinónimo de caer en el olvido en la política catalana.

Puigdemont ha conseguido ser una pieza clave en el tablero político hasta el punto de condicionar el Gobierno central pese a todos sus desafíos y problemas judiciales. Los siete diputados que obtuvo la formación en las elecciones del 23 de julio del año pasado son concluyentes para que Pedro Sánchez pueda seguir en la Moncloa. Envalentonado quizás por aquellos resultados, el secesionista aspiró a todo el pasado 12-M en Cataluña y, retorciendo la ley hasta la extenuación, logró presentarse como candidato de Junts a los comicios catalanes, pero el aspirante socialista del PSC, Salvador Illa, le comió la merienda y le ganó en las urnas. Su pacto con ERC y los Comuns, materializado el pasado jueves con la investidura, deja a Junts en la más férrea oposición y a su líder abanderando la independencia desde su guarida en Bélgica.

La aparición -y posterior desaparición- del político radical esta semana en Barcelona deja claro que es capaz de seguir manejando los hilos desde la distancia y es previsible que así siga siendo a lo largo de la legislatura, ya que marcará desde el extranjero la línea de actuación de la formación que ejecutará en la región uno de sus más leales escuderos, el secretario general de Junts, Jordi Turul.

El fugado no entiende la política catalana si no es con el referéndum como medio y la independencia como fin. Esta forma de radicalismo máximo puede hacer que choquen los trenes del Gobierno y la oposición una vez arranque la nueva legislatura en Cataluña. «No hemos venido a reflotar el PSOE, hemos venido a salvar Cataluña, a ayudarla, a levantarla.

No hemos venido a reflotar un partido que se hunde», recalcaba hace unos meses en un acto de partido previo a las elecciones regionales. Así que no es de extrañar que se planteara reventar la investidura del secretario general de los socialistas regionales.

Illa, según Puigdemont, va a ser incapaz de «plantarse» ante el Gobierno del España cuando quiera «tomar el pelo» a Cataluña, por ejemplo, ante unos Presupuestos que «no corrigiesen el déficit» fisca o ante el «incumplimiento» de las inversiones estatales previstas. Ahora, firmado el cupo catalán que podría dar a la región hasta 13.000 millones al año de la caja común, tampoco está satisfecho. No se fía porque cree que tener a Illa en el Govern lo convierte en un «Govern españolista». Tal vez lo que le más pese es que los siete diputados por encima de Junts que obtuvo el PSC le han servido a Illa para romper la unidad independentista a la que él aspiraba, así que tiene una doble enemistad a la que enfrentarse a lo largo de la próxima legislatura.

Recién estrenado el nuevo Govern, la relación entre ambos líderes está en entredicho. En uno de sus discursos hace unos meses fue especialmente duro con el socialista y remarcó que Cataluña estaba «tocando fondo», por lo que «hay que refundar algunas cosas, comenzando por la administración», acabando con la «telaraña de normas absurdas, inútiles, inhibidoras de la actividad económica».

Se trata, manifestó como parte de sus objetivos, de impulsar «un nuevo comienzo, sobre todo para evitar que la nación desaparezca», y para ello «hace falta liderazgo, coraje, determinación, resiliencia, no doblegarse ni espantarse ante las dificultades». Y seguro que para esto no ve en Illa a la persona ideal.

«A los políticos que tienen este perfil neutro, de encefalograma plano de la política, les va de narices que la gente no esté movilizada, que no sea exigente», denunció.

El ejercicio de escapismo protagonizado por Puigdemont esta semana ha copado los titulares, las conversaciones y los corrillos políticos. No se ha hablado de otra cosa que del cuándo ha llegado y del cómo se ha ido. Pero empieza una legislatura en la que las medidas deberían estar encima de la mesa porque la independencia, fin máximo de Carles Puigdemont desde que aterrizó en la política, no da de comer a los catalanes. El resto de los españoles, le dan igual.