¡Yo también quiero tirar el cohete!

Feli Agustín
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Además de alcaldes y Vendimiadores, solo un puñado de afortunados han sido los elegidos

Miguel, de ARPA, lanza el cohete junto el año pasado junto al alcalde. - Foto: Ingrid

Logroñeses, logroñesas, ¡Viva San Mateo! ¡Viva Logroño! ¡Viva La Rioja!» Sean sinceros, ¿cuántos de ustedes no han soñado alguna vez con, desde el balcón de ese edificio consistorial obra de Moneo, lanzar al mundo esas palabras mientras miles de gargantas explosionan con gritos de júbilo? ¿Quién no ha imaginado alguna vez el vuelco del estómago al contemplar cientos de cabezas aguardando a que estalle el cohete para empezar a cantar a pleno pulmón «Mi tierra es La Rioja, mi pueblo es Logroño...?».

Pues debe ser, sin duda, una emoción incomparable, pero es un privilegio que, lo siento mucho, va a ser difícil que, a no ser que cambien las cosas, usted experimente. Ese suplicar para uno mismo ¡por favor, por favor, que no me equivoque!, el temor a esas manos sudorosas que te impidan dar lumbre al mechero, esos nervios que no te dejan dormir la víspera, o que, lo mismo da, te despiertan cada cinco minutos, esas sensaciones, temibles y a la vez estimulantes y gozosas, no son para usted. A no ser que sea alcaldesa (o alcalde), Vendimiador (o Vendimiadora) y, como mucho, edil del Excelentísimo Ayuntamiento de Logroño. Oun invitado afortunado, como Miguel, de ARPA, que lo encendió el año pasado junto al alcalde.

La capital de La Rioja, a diferencia de otras ciudades -véase Pamplona, y eso que san Fermín es mucho san Fermín-, rara vez comparte con alguien que no sea miembro de la Corporación y los Vendimiadores la prebenda de encender la chispa que va a hacer felices por un minuto, un día, o una semana, a miles de personas.

Y, a no ser que me haya saltado algún año, siempre ha sido así, según muestran los programas de las fiestas de San Mateo, que entre 1954 y 1957 -primero año, por cierto, en el que la denominación es Fiesta de la Vendimia - y en 1959, que ni siquiera mencionan el lanzamiento del cohete. El texto, según la archivera municipal, Isabel Murillo, reza «comienzo oficial de las fiestas con repique general de campanas y disparo de bombas y voladores», que para que sepan los profanos, son petardos. En esta enumeración falta 1958, en el que «con repique general de campanas, el ilustrísimo señor alcalde, que era entonces Fernando Trevijano, disparó el «tradicional» cohete, precedido por disparos de bombas y voladores.

A partir de 1960, y hasta 1977, el privilegio de encender el cohete se reserva para la Reina, una figura, junto con sus damas, introducida simultáneamente a las Fiestas de la Vendimia, en 1957. El programa de 1978, que denomina al cohete «chupinazo», no específica quien se encargó de dispararlo.

Es al año siguiente, en 1979, con la Democracia  camino de asentarse, cuando las fiestas se empapan de los nuevos tiempos y bajo la Alcaldía de Miguel Ángel Marín, la Reina se convierte en Vendimiadora Mayor, aunque  mantiene su corte real. Parece que el lanzamiento lo realizan ambos exaequo, como sucede a partir de 1991, en el que entra en escena el Vendimiador y desaparecen el resto de figuras.

Y así sigue, solo un puñado de personas han tenido el placer de que les tiemblen las piernas ante el desafío de arrancar las fiestas, entre  ellos, ocho alcaldes, 77 vendimiadoras y vendimiadores, y contados concejales. Eugenio de la Riva, 16 años edil,  recuerda como tuvo el honor de ser el primero, al margen de los habituales, en encender la chispa festiva. Fue un gesto de generosidad de Julio Revuelta (2000-2007), tras 10 años de responsable de Festejos -lo había sido ya con José Luis Bermejo- lo que propició a Chiqui sentir, «como logroñés», una emoción inigualable.

Pilar. El socialista Vicente Urquía, que pasó dos décadas en el Ayuntamiento,  recuerda que fue otro de los afortunados, gracias a Tomás Santos, de cuyo equipo de Gobierno fue responsable de Economía. Santos (2007-2011) cedió el honor tres de los cuatro años de su mandato a dos de sus ediles -el mencionado Urquía y al regionalista Ángel Varea-, y a Pilar Salarrullana, que lo había sido bajo la Alcaldía del también socialista Manuel Sáinz.  A la antigua concejala el entonces alcalde quiso rendir homenaje. Gran especialista en sectas,  y con una experimentada trayectoria política, tuvo especial protagonismo en su época en el Consistorio. Enferma de cáncer, disparó el cohete en 2008, nueve meses antes de su fallecimiento.