Hasta 420 castores copan ya todos los valles de La Rioja

R. Muro
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Llegó a tierras riojanas por primera en el año 2003 tras una suelta de ejemplares ilegal. Su expansión ha sido imparable, más aún después de que en 2018 se protegiera una especie considerada no autóctona

Daños provocados por los castores en La Rioja Baja - Foto: El Día

Su expansión, como la de cualquier especie territorial, resulta imparable y así lo evidencia el castor introducido de forma ilegal en tierras aragonesas del Ebro y el Arga allá por el año 2003. Dos años después llegó a La Rioja y en dos décadas aquélla suelta ilegal aquélla acción ilegal de una Organización No Gubernamental, no se sabe con certeza si alemana o belga, el roedor de características semiacuáticas copa ya todos los valles fluviales de la Comunidad. 

No existe un censo exhaustivo y concreto del número de ejemplares si bien, las aproximaciones que maneja la consejería de Agricultura, Ganadería, Mundo Rural y Medio Ambiente del Gobierno regional, cifran ya en 420 el número de castores asentados en ríos de la Comunidad autónoma.

Tras la suelta ilegal en las proximidades del Ebro, fundamentalmente en zonas de Aragón, el castor inició su presencia por las riberas del río en su tramo riojano en el año 2005. Tras los primeros avistamientos, tal y como relata Carlos Muro, Jefe del Servicio de Conservación de la Naturaleza y Planificación del Ejecutivo regional, se solicitó autorización tanto al Ministerio como a Europa «con el objetivo de realizar extracciones» de una especie no autóctona. 

Se materializaron las citadas extracciones en las proximidades del Ebro en su vertiente riojana a lo largo de una década (entre 2008 y 2018) si bien, Navarra «decidió no extraer todos los ejemplos». Resultaba poco operativo «realizar extracciones en un lado del Ebro y no en el otro», apunta Muro. Solo en el año 2010, La Rioja extrajo 31 ejemplares, 23 de ellos machos y 8 hembras, entre Logroño y Alfaro y por medios de captura en vivo, selectivos y no cruentos. El resultado fue que el castor continuó con su natural forma de vida expansiva al no hallar barreras a su territorialidad ni «disponer de un depredador natural» que pudiera actuar de control poblacional.

Fue precisamente en ese 2018 en el que La Rioja descarta la continuidad de las extracciones, al mismo tiempo que el mamífero es integrado en el  Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre), lo que a juicio del jefe del Servicio de Conservación de la Naturaleza constituyó «una decisión paradójica que apuntaba a la conservación» de una especie considerada invasora en la región.

Reproducción. Casa año, los castores tienen entre cuatro y cinco crías. Pasan los dos primeros años en el seno del núcleo familiar a partir de los cuales deben buscar y asentarse en un nuevo territorio. En el ámbito geográfico de la Comunidad autónoma se calcula que «existen alrededor de 120 territorios» pero su expansión va a más «al no disponer de depredador» ni control humano ante los límites establecido por su protección en el Lespre.

Así las cosas, según Carlos Muro, hay constancia ya de ejemplares asentados en el Ebro, en la cuenca del Tirón, en el Najerilla en las proximidades de Anguiano, en el Iregua en Torrecilla en Cameros, en el tramo medio del Leza, en el Cidacos en el término municipal de Arnedillo y en el Alhama-Linares. Un viaje de norte a sur y de este a oeste de La Rioja que ha permitido al castor asentarse por buena parte de la Comunidad.

En otras regiones españolas, el castor ya ha llegado al Guadalquivir, al Bidasoa y «actualmente está colonizando el Duero».

La Comunidad registra daños del roedor en chopo productivo y algunos campos de cultivo

Los daños que provocan los castores «no van más allá de los que puede provocar un vendaval o una tormenta», señala Carlos Muro, jefe del Servicios de Conservación de la Naturaleza del Gobierno riojano. Sin embargo, genera mayores problemas cuando su expansión le lleva a acequias y regatos próximos a campos de chopo productivo o diferentes tipos de cultivos. 

«Ya hemos recibido avisos de agricultores por daños generados» por esta especie de roedor, señala Muro. En estos casos acude personal de los agentes forestales que evalúan los daños y ratifican, o no, que «se puede atribuir al castor». En el caso de que sea la primera ocasión en el que este mamífero ocasiones daños en un determinado cultivo se traslada al propietario del terreno las medidas de prevención que puede adoptar para evitar este tipo de prejuicios. Unas medidas que pasan por la instalación de vallados perimetrales de acero o mallados de textil grueso. 

La Administración autonómica dispone de ayudas dirigidas a subvencionar este tipo de medidas. Ahora bien, solo se conceden estas ayudas la primera vez que se han comprobado daños fruto de la acción del castor. «A partir de ese momento, es el propietario del terreno, si no ha adoptado las medidas oportunas, quién debe asumir los gastos». Una vez que se han detectado consecuencias de este mamífero en zonas de producción agraria, la guardería forestal procede a su traslocalización. Dicho de otra forma, «se capturan y se trasladan a otras zonas», detalla el jefe de Servicio de Conservación de la Naturaleza, «en las que no haya ningún tipo de territorio» con castores asentados. Hay que tener en cuenta en este sentido, que a aproximadamente a los dos años, las crías deben buscar su propia zona de asentamiento o «de lo contrario entran en conflicto en ellos. En cien metros puede haber una pareja o una familia», detalla Carlos Muro.  De momento, y aunque en las cuencas fluviales de los río riojanos ya existen asentamientos, «aún quedan zonas donde poder trasladarlos».

Lo positivo de estas traslocalizaciones, «es que el castor no entra en conflicto con otras especies» acostumbradas a residir en las proximidades de los ríos «como es el caso de visón europeo. No tenemos constancia de que compitan» entre ellos. Precisamente, el mismo año 2018 en que se elevó la protección del castor, se consideró al visón «en  situación crítica».