Las primeras palabras de los supervivientes del terrible incendio de Valencia rompían ayer el asfixiante silencio en el que estaba sumido Campanar. Muchos de ellos vieron arder todos sus bienes el pasado jueves por la noche, pero habían salvado lo más importante: su vida. Pronto se empezó a poner nombres a quienes no tuvieron la misma suerte, como la familia formada por una pareja con un niño de tres años y una bebé de apenas dos semanas, o un matrimonio de mayores que vivía con su perrito.
Buena parte de la culpa de que no hubiera que lamentar más pérdidas humanas fue de Julián, el portero del edificio que se jugó su integridad para avisar a los vecinos de lo que sucedía. Otros de los residentes tuvieron la suerte de estar fuera de casa en ese momento. «Estamos en shock, pero tuvimos suerte», comentaba una pareja a la que el fuego cogió en la calle. Tienen una niña de cuatro años y un niño de dos y la mujer estaba en el parque con ellos. El padre, en el trabajo.
«Estamos en shock, nos cuesta asimilar lo que ha pasado, la cabeza no te da para más, son muchos recuerdos», aseguraba la joven, que residía desde hace una década en la vivienda, en la undécima planta.
Fue la madre de él, que vive en el edificio de enfrente, quien le avisó de lo que sucedía, pero al principio no dio crédito. Pensaron que los Bomberos apagarían el foco. Una segunda llamada desató el terror, cuando les avisó de que su casa estaba ya en llamas.
La joven se mostraba sorprendida por la cantidad de personas que están prestando su colaboración. «Nos están ayudando muchísimo», afirmaba, pero pronto vendrán los problemas. La familia mantiene una hipoteca de 220.000 euros que tiene que seguir pagando pero el seguro les ofrece 100.000, por lo que pide ayuda a las administraciones para resolver esta situación: «No nos da para pagar la hipoteca ni para ir a vivir a ningún sitio».
Las primeras palabras de la pareja viral rescatada en el balcón fueron de agradecimiento a los bomberos que «arriesgaron sus vidas» para ayudarles. Recordaron cómo iban apagando el fuego que les rodeaba en los pisos superiores e inferiores para que estuvieran «protegidos».
«Fue un momento muy estresante y no queríamos morir quemados, estábamos a merced de ellos», agregaron. Ahora solo les importa que están vivos.
Laura y Manu son otra pareja de jóvenes que vivía de alquiler en el edificio de Campanar e igualmente afrontaban las primeras horas después de la tragedia con la incertidumbre de qué hacer tras «perderlo todo» en su «primera casa» de alquiler y el sentimiento de comunidad de los afectados. «Nos encontramos sin nada, pero estamos vivos».
Laura estaba duchándose, cuando salió y se percató de que olía a humo, tras lo que cerró las ventanas de la habitación y el comedor y cogió la chaqueta para salir de su casa. Entonces, cuando abrió la puerta, vio «un poquito de humo» y decidió bajar por las escaleras en lugar de en ascensor, cuando se encontró con los bomberos: «Salí por patas y, a los dos minutos, mi terraza, mi césped, estaba incendiado».
«Nos encontramos sin nada. Bueno, estamos vivos. Estamos en un hotel, pero obligados. Como si esto fuera una pesadilla y nos fuéramos a despertar», contaba ayer.
«Bajamos 20 minutos a la oficina de Correos y cuando volvimos intentamos salvar a nuestro perro, pero ya estaba todo en llamas». Así narró Lisa, una mujer ucraniana, la «horrible» situación que tuvo que vivir el jueves después de llegar de aquel país en guerra hace unos meses para «perderlo todo aquí».