Pamplona, y de su mano la ribera derecha e izquierda del Ebro, ha inmortalizado el pañuelico rojo al igual que los maños han universalizado su cachirulo ajedrezado por las fiestas del Pilar. Por San Juan, los cuellos de sorianos y sorianas se inundan de telas blancas mientras que sus vecinos de Burgos, por San Pedro y San Pablo, optan por el pañuelo rojo. El Aste Nagusia presume, desde 1978, de pañoleta azul mientras que a nuestros vecinos de Vitoria les pasa un poco como a nosotros: usan el pañuelo en su caso rojo como guiño a su bandera mientras que también presumen de cuadros azules y blancos. En San Sebastián, desde 2016, se anudan al cuello un zapi blanco con un cuadro azul en su extremo, en clara imitación de la bandera donostiarra.
¿Yqué pasa con las logroñesas fiestas de San Mateo? Pues que no existe un consenso sobre si nuestro pañuelo es grana (carmín, Rioja, Burdeos, rojo o frigio, llamémoslo como queramos) o azul (nivea, Mahón, Prusia, oscuro o casi negro) y en esas estamos desde 1976 momento en el que, de forma espontánea, una cuadrilla de doce jóvenes se anudó un pañuelo azul al cuello. El color hizo fortuna. No tardó en generalizarse aunque su hegemonía se ha visto discutida por la tela grana.
Elías del Río (Logroño, 1959) es uno de los padres del pañuelo azul. Comparte la paternidad con Javier Landaluce («digamos que a él se le ocurrió la idea y que yo tuve la visión comercial», informa) y otra decena de compañeros (Paco Ascarza, Tomás Martínez, Heliodoro García, Víctor del Val, etc.), todos bien juerguistas, decidieron uniformarse con un pañuelo distintivo y exclusivo de la ciudad.
Muestra de pañuelos azules; Elías del Río presume de pañoleta. Un logroñés pasea con su pañuelo granate al cuello. - Foto: Ingrid / Óscar Solorzano«No me gusta hablar del pañuelo», se defiende Elías del Río, «porque sé que todo sienta mal y cualquier cosa sirve para criticar». «Mi pañuelo es azul porque el granate o el carmín -intenta no llamarlo Rioja- no es representativo de la ciudad», argumenta siendo consciente de las advocación a las Vendimias de las fiestas logroñesas.
Hasta septiembre de 1976, «unas blusas, más bien camisetas, acampanadas» y unos pañuelos «serigrafiados» con raigambre ribereña conformaban las señas identitarias de las fiestas de la capital riojana. «Optamos por el azul nivea», informa con precisión pictórica, «porque de ese color era la orla del escudo de Logroño» .
«Fuimos a Retales Cristina y compramos tela mientras que los escudos de la ciudad los conseguimos en Logroñesa de Armas», agrega. Con cuatro metros de tela hicieron dieciséis y, ese mismo septiembre, doblaron la producción a treinta y dos. Sus madres y sus hermanas ejercieron de improvisadas costureras.
Muestra de pañuelos azules; Elías del Río presume de pañoleta. Un logroñés pasea con su pañuelo granate al cuello. - Foto: Ingrid / Óscar SolorzanoLa idea caló hasta el punto que, entre finales de los setenta y primeros ochenta (con el socialista Manolo Sainz al frente de la alcaldía), el azul había hecho fortuna. «No tengo nada en contra del granate. Pero ¿por qué granate cuando nuestra bandera es roja?», se interroga. «La idea cuajó porque éramos jóvenes y no iba contra nadie», continúa. En tono hiperbólico, afirma que «en 1977 todo Logroño llevaba pañuelo azul». Bilbao y San Sebastián, en su opinión, no tardaron en adoptar el azul como adorno al cuello.
En el momento de su generalización, Manolo Sainz (Logroño, 1947) gobernó la capital riojana. Vagamente, recuerdo la irrupción del azul entre sus vecinos. El regidor aceptó el nuevo cromatismo «porque no es un azul al uso, es una tonalidad entre azul y violáceo, que se asemeja mucho a lo que unos denominan raspón y otros hollejo». Elías del Río, pintor, entiende de paletas y Manolo Sainz, ex profesor de laEscuela de Artes, también.
«Sé que la propuesta me hizo gracia y no me pareció mal porque era partidario de que el color del pañuelo de Logroño se diferenciara del rojo, que es el extendido en toda la zona», especifica. «El azul raspón también tiene su sentido enológico», acota.
Aunque 48 años después connotamos el pañuelo, para el alcalde más longevo de la capital riojana, esta asociación es espúrea. «El pañuelo granate o raspón (hollejo), en mi opinión, no tenía sesgo ideológico y discutir sobre ello me parece insignificante».
No sabemos ni cuándo ni cómo (aunque el por qué parece claro), pero el consenso implosionó hasta el punto que hay logroñeses que adscriben la pañoleta azul a la ideología conservadora y quien se apropia del colorado como símbolo progresista.
«Para muchos», y retoma la palabra Del Río, «el pañuelo azul es religión pero sé que la política ha propiciado que mucha gente no quiera llevar ni uno ni otro», opción incluso más reprobable. Para escindir el sentido ideológico de la pañoleta, argumenta que «conozco a muchos socialistas que lucen el pañuelo azul con orgullo».
Si la anterior corporación, presidida por Pablo Hermoso de Mendoza, optó por el laissez faire en temas de pañoletas, la actual, con Conrado Escobar al mando, es menos libertaria y ha apostado por el azul nivea. «Eso espero», proclama Elías del Río.
A la pacífica discusión se suma Rubén Antoñanzas (Logroño, 1972), concejal en el Ayuntamiento y presidente del PR+. El regionalista tiene clara cuál es su elección: «Tenemos el color granate por una cuestión principal, nos recuerda al vino y entendemos que la bandera de Logroño era también de este color. El pañuelo granate nos da una seña de identidad propia de las Fiestas de la Vendimia».
El concejal critica, por igual, la politización del color: «Me parece una guerra absurda. Se hace un uso partidista. El que es socialista prefiere el granate y el que es de derechas, el azul».
Sí se manifiesta en contra de la «imposición», desde el Ayuntamiento, de uno sobre otro: «Como no hay un color oficial y no lo hay, es inaceptable que se imponga. Es lo que hizo el año pasado Conrado Escobar, privilegiando el azul y eso pone en una situación incómoda al homenajeado». «Durante la corporación anterior», se despide, «se permitía elegir».
Su compañero de color político y de pañuelo es Ángel Varea (Logroño, 1955), al que le acusan, con maldad o sin ella, de reintroducir el color «Rioja, ni rojo ni granate» en los cuellos de los logroñeses.
«En 1999, con Bermejo, presentamos una moción pero, con mayoría absoluta, hubo que esperar», actualiza. La oportunidad le llegó en 2003 y no la desaprovechó: «Cuando entramos lo reintrodujimos pero sin ser obligación. Creemos que el color del pañuelo no se puede imponer y creíamos que el color tenía que ser el Rioja porque todos los símbolos del Ayuntamiento así lo eran».
A esta afirmación se suma Antonio Corral(Haro, 1947), que en su condición de integrante del Consejo de Mayores (representante de la sección sindical de jubilados de UGT), recibió el pasado año el pañuelo de fiestas de manos del alcalde. Su color es el «rojo, el que me pongo siempre y el que quería que me pusieran» aunque «por deferencia al alcalde, el azul no me lo quité hasta que bajé a la calle».
Entre el azul y el grana hay, según el parecer de Del Río, una opción peor incluso que no elegir: «Mi amigo Mariano (Moracia, responsable de El Moderno) hace pañuelos de dos colores. Ymira que lo quiero mucho pero no puede ser».
Pero si esta ambivalencia es mala, lo peor de todo «es que la gente, a diferencia de lo que sucede en Pamplona, no se gasta ni un euro en un pañuelo». «Si no se lo dan, no se ponen y da rabia que la gente no lleve pañuelo. Si se lo dan azul, se ponen azul. Si les toca rojo, rojo. Pero les da igual que sea amarillo, verde o negro», critica. «La gente», completa, «no gasta pero si se lo tuvieran que gastar, elegirían el azul porque es el color más elegante», bromea con estilismo.
Aunque considera, y quizás no le falte razón, que «los San Mateos están de capa caída», del 20 al 26 saldrá a la calle, y eso que su movilidad se ha visto reducida por sus problemas de espalda, con uno del centenar «largo» de pañuelos azules (nivea, Mahón, Prusia, oscuro o casi negro) que conserva.
En nada, en 2026, su pañuelo, y el de Javier Landaluce, y el de Conrado Escobar, y el de muchos otros anónimos logroñeses cumplirá medio siglo. La discusión, cívica e incruenta, seguirá.