Por primera vez, María Oruña juega en casa. La escritora ya había recalado en Galicia en El bosque de los cuatro vientos, pero había evitado situar una trama en su Vigo natal porque se «resistía» a abordar su «refugio». Al menos, hasta ahora, porque -afirma- ha encontrado una historia que sí merecía la pena contarla desde su tierra. Lo hace con El albatros negro, su nuevo libro y su obra «más personal».
En la novela, la autora sumerge al lector en las profundidades de la costa viguesa, donde yacen los restos de la decisiva batalla naval de Rande, en 1702, que enfrentó a las coaliciones angloneerlandesa e hispanofrancesa durante la guerra de sucesión. El tesoro que esconde la ría es el desencadenante de la misteriosa muerte de una historiadora naval que se conecta también con la existencia de una joven entomóloga que vivió en la zona en el siglo XVIII.
Publicado por Plaza Janés (Penguin Random House), el volumen teje una intrincada y adictiva trama policiaca que trata temas como el expolio del patrimonio histórico en la actualidad o el papel de la mujer en la ciencia a las puertas de la Ilustración, a la vez que homenajea la literatura de aventuras de autores como Stevenson o Conan Doyle.
El título de El albatros negro recurre al nombre de unas aves «muy particulares y de buen augurio», mayoritariamente blancas, en cuyo vuelo creían los marineros que «perduraba su alma» cuando morían en la mar, pero también al nombre de un galeón, «un exvoto negro», que aparece en la novela.
Oruña reconoce que situar su obra en su «guarida» era una cuestión que «tenía pendiente» y ni siquiera lo vio «claro» cuando se propuso una historia de aventuras y náutica, pero esas dudas iniciales se despejaron cuando se puso a «investigar» y descubrió que «había un tesoro real que existía y que no había sido esquilmado».
Poner como escenario de un crimen una casa a solo metros de donde vive no le sirvió para librarse de una ardua tarea de investigación que resultó fructífera. «Me sorprendió mucho todo lo que encontré de mi propia ciudad», admite la autora, que ha aprovechado también sus recuerdos de niña, por ejemplo, su verano en las islas Cíes junto a su familia. De hecho, parte de su relato se localiza en el lugar en el que aprendió «a nadar», en la playa de San Martiño.
Así tejió, primero en su cabeza y luego en las páginas, una obra donde los hechos que contextualizan la trama «son reales». Y es que defiende que «la Historia», como disciplina que narra acontecimientos pasados, es «muy interesante y solo hay que mostrarla con el envoltorio adecuado».
Oruña reconoce que le costó documentar su relato porque a finales del siglo XVII y principios del XVIII, los siglos oscuros de Galicia, «casi no había documentación, ni obras literarias; aquí estábamos como apagados». «También me costó saber cómo se podían expresar realmente los personajes, si había algún tipo de dialecto, qué comían...», apunta la escritora, que tiene la sensación de que en aquella época, «solo 100 años después de la publicación del Quijote», hablaban de una «forma muy pragmática, similar a la actual».
En El albatros negro ha «maridado aventuras, acción, amor, misterio e intriga» y espera que el lector piense que ha sido «un buen viaje» y que, más allá de averiguar «quién era el malo o quién era el bueno», disfrute «de la musicalidad del texto, del lenguaje y los diálogos».