Rubén López es un riojano afincado en Calahorra que padece la enfermedad denominada como Covid persistente desde hace tres años. «La primera vez que me diagnosticaron el virus fue el 3 de junio de 2021, una fecha que se me quedará grabada a fuego», asegura.
Recuerda que pasó 15 días en casa y después volvió al trabajo pero «noté que algo no iba bien porque me cansaba mucho, tenía parestesias y fasciculaciones en las piernas, me dolía mucho el esternón y una serie de síntomas que no se iban».
Cuenta que antes de coger el covid era una persona hiperactiva y deportista, por lo que hacia todos los días 10 kilómetros andando e incluso los fines de semana algo más. «Pero a partir de esta enfermedad no puedo hacer nada. He ido cuesta abajo y sin frenos», lamenta.
Esta enfermedad también le ha cambiado la forma de trabajar. «Antes solía coger la carretilla y hacía cosas por el almacén pero ahora solo estoy en la oficina», explica.
Afirma no poder trabajar ocho horas seguidas porque «a las seis horas mi cabeza desconecta y me cuesta mucho pensar. Necesito ir a casa, engullo la comida para tumbarme una hora y por la tarde termino mi jornada».
Por otro lado, López denuncia el trato que ha recibido por parte de algunos médicos, ya que «hay veces que parece que tu sabes más que el profesional que te atiende porque te informas, sabes los síntomas y las cosas que están probando». «Hace poco me tocó con una doctora de medicina interna que me decía que no tenía covid persistente porque tendría que estar dando positivo todos los días, o cuando el primer año fui a urgencias y me dijeron que esta enfermedad no existía», critica.