Hubo un tiempo no muy lejano en el que se habló de una investidura exprés a mediados de este mes. Sin embargo, la realidad de la política nacional dibuja ahora un panorama bien distinto. La designación de Pedro Sánchez como candidato a la Presidencia del Gobierno el pasado martes abrió un período de negociaciones que tiene como límite el 27 de noviembre. Ese lunes, a falta de fijar la fecha del debate y la votación en el Congreso, expira el plazo para que el jefe del Ejecutivo en funciones haya logrado su objetivo de tener la confianza de la Cámara. A priori, esa meta parecía estar ya labrada, hasta que en los últimos días las alianzas del socialista han empezado a tambalearse. Estrategia política o verdad el tiempo lo dirá, tras una cuenta atrás que se antoja compleja.
Fue la primera votación de la investidura fallida del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, la que el pasado 27 de septiembre activó un reloj que necesitaba de ese paso para tener un calendario claro, ya que la Constitución no apremia a formar un nuevo Gobierno hasta que un candidato fracasa en su intento. Tras el rechazo del Congreso a Feijóo, se abrió una segunda etapa con dos momentos claves: la nueva llamada de Felipe VI a los representantes de los grupos antes de proponer a Sánchez y la fecha de su debate de investidura.
La primera incógnita se despejó de inmediato pero la segunda puede tardar aún en desvelarse si, como apuntan en Moncloa y Ferraz, conviene no atarse las manos por ahora cuando queda mucha negociación por delante, máxime tras la petición de Junts y ERC de que, para dar su apoyo, haya además de una amnistía para todos los implicados en el procés, un compromiso para un futuro referéndum de autodeterminación en Cataluña.
La verdad que todos conocen es que los contactos se fueron sucediendo off the record durante semanas antes de ser Sánchez candidato oficial, mientras los suyos se esforzaban por repetir que era el tiempo de Feijóo y que, cuando llegara el del socialista, explicarían con claridad lo que negociaban.
Se encargaron entonces de hablar con los potenciales aliados el titular de Presidencia en funciones, Félix Bolaños, la de Hacienda, María Jesús Montero, y el secretario de Organización del PSOE y diputado por Navarra, Santos Cerdán. Ahora llega el turno de Sánchez y será él quien protagonice, públicamente y también en conversaciones más discretas, el grueso de la negociación. Después tomará el relevo el equipo designado por Ferraz, que incluye de nuevo a Bolaños, Montero y Cerdán, además de al ya archiconocido exalcalde de Valladolid Óscar Puente.
Este grupo se coordinará de manera directa y constante con Salvador Illa, líder del PSC. La intención de Sánchez es que nadie de un paso en falso en lo que respecta a las exigencias de los secesionistas catalanes, con las que Illa hasta ahora se ha mantenido firme insistiendo en los límites constitucionales.
Trato especial
Que el candidato arrancara su ronda de contactos para ser investido con su vicepresidenta segunda en funciones y líder de Sumar, Yolanda Díaz, no es baladí. Con ella aspira a reeditar un Gobierno de coalición progresista, pese a las recientes declaraciones de la gallega afirmando que aún estaba muy lejos un acuerdo. En el ala socialista del Ejecutivo interpretan estos comentarios como parte del juego político, pero sin temor alguno a que esto sea real.
Sánchez, que no se citará con Vox, espera reunirse también con Feijóo si el presidente de la oposición no lo rechaza, pero al recalcar que con el resto de partidos se verá con sus correspondientes portavoces en el Congreso descartó una foto conjunta con el expresident de la Generalitat Carles Puigdemont.
La negociación con su partido, Junts, es la que se antoja como más difícil dentro de un proceso de diálogo que el candidato ha asumido que va a ser complejo. En el centro de las conversaciones con esa formación, y también con ERC, va a estar la amnistía, pero no el referéndum de autodeterminación, como aseguró esta semana.
Fue tajante el líder socialista en rechazar una consulta que no cabe en la Constitución, mientras siguió abriendo la puerta a la amnistía que le exigen los secesionistas. No pronuncia ahora esa palabra ante las repetidas preguntas de los periodistas, pero como respuesta sí apela a cuatro conceptos claves que alfombran el camino hacia esa medida de gracia: política, generosidad, compromiso y liderazgo.
Es más, Sánchez da por hecho que el Tribunal Constitucional tendrá que pronunciarse al respecto y que validará el acuerdo al que espera llegar con las formaciones independentistas y con otros partidos. También cuenta con que los suyos le respaldarán para que siga adelante. Según los estatutos del PSOE, está obligado a consultar a las bases. Si bien es cierto, no tendrían que pronunciarse formalmente sobre posibles cesiones a los secesionistas como la amnistía, sino sobre el pacto de coalición con Sumar una vez que tiene garantizados los apoyos suficientes, pero desde Ferraz se cree implícito.
Con independencia de la tardanza que le pueda llevar esta labor, Sánchez aspira a salir investido, reeditar su Ejecutivo de coalición y contar con la tranquilidad añadida de sentar las bases de unos Presupuestos para 2024. Los números que baraja para ello son los que se plasmaron en la fallida investidura de Feijóo, los 178 escaños que la rechazaron, pero se afanará en conseguir también el de la única diputada de Coalición Canaria.
Con ese apoyo o sin él, su esperanza es ser elegido en primera votación, en la que se exige mayoría absoluta. Si no, le queda la segunda bala de mayoría simple 48 horas después para evitar el camino que conduciría a nuevas elecciones el 14 de enero.