Dice el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, que hay que reescribir la historia de España. Hay que reconsiderar todas las exposiciones de los Museos Nacionales porque los españoles contamos mal la historia. Colonizamos, explotamos, esclavizamos… pero también evangelizamos, aculturamos… (¡Hace siglos de aquello!) ¿Qué sería de un país, de una cultura, que no haya dejado su sello en el mundo? Pues que nadie sabría de su existencia. España, gracias a sus hijos, ha sido un país glorioso a lo largo de su larga historia. Larga y gloriosa, que le ha llevado a expandir su cultura, su idioma, su religión, sus tradiciones… por todo el mundo.
¿Qué es un país que se avergüenza de su historia? Más aún. ¿Qué es un país que se avergüenza de su historia por el "quédirán" los de fuera? Pues que el ministro de Cultura de España no esté orgulloso de la historia del país que gobierna deja mucho que desear a sus ganas de ser ministro. Eso o que menudo país que se deja gobernar por quien no le quiere ni está orgulloso de gobernar dicho país. Que se lo digan a Sánchez y a su "fachosfera", que representa a más de la mitad de españoles –vamos, los que no le votaron y los que le votan en contra la amnistía-.
Hace unos años trataron de borrar a Franco del Museo del Ejército, a pesar de que lo sacan a pasear cuando los problemas así se lo recomiendan electoralmente; ocultan parte de la II República, pues no fue tan lustrosa como la pintan; olvidan a ETA y sus víctimas y blanquean a sus secuaces; o presumen del feminismo radical, ideología que nació de la burguesía liberal decimonónica. ¡Qué cosas tiene la historia!
Borrar la historia, reescribirla o inventarse acontecimientos que no ocurrieron, o no contarla con toda la verdad que las fuentes desvelan, es arruinar el legado de una cultura, de un país, de una lengua, que une a más de 500 millones de habitantes en el planeta.
Pues bien. Mucho ministro de Cultura pero poca cultura de ministro. ¡Qué gobierno!