El cementerio de Logroño vive cada primero de noviembre su día más bullicioso, marcado por el recuerdo a los miles de personas que descansan en él, pero también es una buena jornada para recorrer el camposanto y comprobar cómo es un testimonio en piedra de dos siglos de historia en la capital riojana.
Por ello la asociación Amigos de La Rioja quiere promover que sea declarado Bien de Interés Cultural (BIC), lo que supondría avanzar en la protección de muchos de sus elementos, algunos de los cuales acusan ya el paso de un tiempo en el que algunas tumbas y panteones han quedado casi abandonadas, ha explicado a EFE el presidente de esta entidad, Federico Soldevilla.
Logroño, como tantas ciudades, pasó en el siglo XIX de enterrar a sus muertos de forma bastante desordenada a construir camposantos en las afueras, en este caso al norte del Ebro y bastante cerca de donde se enterraba, en una fosa común, a muchas personas de las que se desconocía su origen o religión.
Según diferentes estudios, fue en 1832 cuando un clérigo de Santa María de Palacio, fue el creador del cementerio de Logroño, en su actual emplazamiento, y esta iglesia se encargó de su gestión durante medio siglo, cuando fue asumida por el Ayuntamiento.
Todavía en el siglo XIX se realizaron las primeras ampliaciones, la primera de ella por el arquitecto Luis Barrón, y en el inicio del siglo XX fue Fermín Álamo quien diseñó el crecimiento de este camposanto que, en realidad, no ha parado nunca y que tiene sus últimas remodelaciones en los espacios dedicados a los restos de cremaciones, que ahora ya triplican a las inhumaciones.
Pero más allá de su diseño, marcado por el clasicismo, el cementerio logroñés es un testimonio de los casi dos siglos de historia que tiene, de cómo han cambiado los gustos artísticos y estéticos en ese tiempo y hasta de cómo han pasado las modas en lo que se refiere a los enterramientos.
Así, en un recorrido por el cementerio -como los que Amigos de La Rioja realiza, el próximo el 5 de noviembre- pueden verse desde sencillas tumbas a otras suntuosas y hasta inexplicables, como la de "el ruso", un personaje del Logroño, inventor e ingeniero, de principios del siglo XX.
También, si se presta atención, se puede comprobar cómo la moda de aportar fotografías a las tumbas es antigua y gracias a ella se puede ver, por ejemplo, como se vestía en cada época.
"En Logroño, en realidad, hay varios cementerios en uno, por las diferentes reformas que se han hecho, pero en todos tenemos testimonios de esas épocas y podemos ver cómo se enterró a personajes destacados de cada una de ellas", explica Soldevilla.
Además, añade, "también podemos ver cómo ha evolucionado el arte religioso en cada momento" pero "además, este cementerio tiene su parte civil casi desde su origen y, más recientemente, una para enterramientos musulmanes".
"Hay tumbas muy llamativas, de las que la más conocida es la de El Ruso, pero hay más y también se puede apreciar cómo se trabajaba la rejería, la escultura o la fotografía", incide Soldevilla, que, además, recalca que "en muy poco espacio podemos ver cómo se han enterrado a los ricos y a los pobres en dos siglos".
Para él "no se puede entender la evolución de Logroño en ese tiempo sin observar su cementerio" en el que, por ejemplo, "también hay un testimonio de la catástrofe en la que murieron 90 soldados, en 1990" cuando se hundió un arco del puente de piedra "y es lo que explica porqué se creó poco después el puente de hierro".
"Hay zonas del cementerio que se han arreglado y las últimas intervenciones están muy bien, pero hay otras en las que la piedra se esta deteriorando por falta de cuidado y quizás, el declararlo como BIC podría ser un primer paso para que el testimonio de la historia de Logroño que es su cementerio no se pierda", concluye el presidente de Amigos de La Rioja.