Richie, que pasa el curso escolar charlando con alumnos de Secundaria en inglés, ha agachado en julio el riñón y ha asfaltado las calles de Ajamil, Villoslada, Hornos de Moncalvillo o El Villar de Arnedo.
Richard O'Leary Moore -adquirió su segundo apellido a la vez que la nacionalidad española-, que trabaja como profesor de conversación en Jesuitas, lleva, literalmente, media vida en nuestro país y su historia resume el recorrido vital de un ciudadano que debe construir su existencia en un país que no es el suyo. Cierto es que contaba con algunas piezas que le ayudaron a moverse con mayor soltura sobre el tablero -ser ciudadano europeo es una de ellas-, lo que no resta valor a su esfuerzo.
Natural de un pequeño pueblo en la zona irlandesa de Cork, llegó a La Rioja hace dos décadas, acompañando a una logroñesa que después sería su esposa. Su primer trabajó le llevó a un campamento veraniego infantil, donde la constatación de que no entendía ni palabra le animó a buscar nuevos horizontes laborales en los que el vocabulario y la gramática no fueran pilares vitales. Fue el mundo de la construcción el ámbito elegido y en el que aprendió a escuchar y hablar un idioma que maneja ahora con auténtica fluidez.
Cinco años después, con el castellano mucho más evolucionado, se adentró en el mundo de las academias de inglés durante las tardes, mientras cuidaba de su primer hijo por la mañana. Esta experiencia le descubrió nuevas posibilidades de crecimiento profesional y se matriculóen el grado de Magisterio en la UNIR, una titulación que, apunta, le costó aprobar más de cuatro años porque compatibilizó las clases con la lucha en el mundo laboral.
English translation. Richie, al que sus alumnos saludan con afabilidad cuando se le cruzan por la calle, desempeñó en esa época, en la que hurtaba sueño a las noches para dedicarlas al estudio, tres empleos:a las clases en la academia sumó responsabilidades de auxiliar de conversación en varios centros públicos -Las Gaunas y La Guindalera de Logroño- y de traductor para el Naturhouse cuando el equipo de balonmano comenzó a jugar competición europea.
«Jota González era el entrenador y estuve con ellos durante unos cinco años, los fines de semana en los que jugaban la Copa EHF en Logroño, porque el idioma oficial era inglés», recuerda O'Leary, que menciona la dificultad de la traducción simultánea. Relata que prefería hacerlo de castellano a inglés y, aunque insiste en la complejidad de la tarea, confiesa que no le disgustaba. «A la vez estaba estudiando, en lo que me ayudó mucho mi exmujer», reconoce Richard, que tardó un suspiro en encontrar su actual ocupación. Relata que en cuanto concluyó la carrera recorrió, currículum en mano, los diferentes colegios de la capital y «justo el mismo día» le llamaron de Jesuitas, en cuya plantilla quedó integrado hace seis años. Confiesa que le gusta mucho su trabajo, una profesión que se adapta como un guante a su personalidad, que responde a la de un hombre simpático, extrovertido y amante de la charla. «Doy clases de conversación en inglés, no soy el profe principal, bajan a mi aula a practica el inglés que ya han aprendido», cuenta el 'teacher', que explica que con los chavales desarrollan debates, hablan de «cualquier cosa» o practican juegos, un conjunto de actividades que les ayudan a adquirir competencias y, con suerte, fluidez en el idioma universal.
Divorciado y con tres hijos pequeños, durante julio, con un deseo en el que jugaron igual papel combatir la soledad y ganar algún dinero, ha recordado viejos tiempos y ha vuelto a la obra. «En la empresa Memed han sido tan amables que me han dejado trabajar con ellos solo un mes [en agosto debe cuidar de sus retoños]», cuenta Richard, que menciona las largas horas de trabajo y el efecto sobre las lumbares. «Ha sido duro, pero satisfactorio», apunta este hombre multitarea, al que el dinero no le vendrá mal para disfrutar de las vacaciones con sus pequeños.