Para ilustrar todo el trabajo de renovación de tuberías de agua potable que tiene por delante el Ayuntamiento de Logroño solo hay que imaginar una línea recta de 85 kilómetros entre Haro y Pradejón. Es el recorrido total de las conducciones de fibrocemento que llevan el agua potable a miles de viviendas de varios barrios del centro de Logroño y que, tras medio siglo desde que se instalaron, están al final de su vida útil y revientan cada dos por tres.
«En ocho o diez años se ha hecho muy poca obra de renovación de la red de fibrocemento. Es un mal endémico que se ha convertido en un problema grave», asegura el concejal responsable del servicio de aguas, Jesús López.
El equipo de Gobierno local es consciente de que reparar esos 85 kilómetros de viejas tuberías no es una tarea para terminar en esta legislatura ni siquiera seguramente en la próxima, ni por tiempo ni por posibilidades económicas de las arcas municipales, porque sustituir toda ese entramado obsoleto costaría unos 40 millones de euros. «Ni hay dinero ni se puede levantar toda la ciudad en una legislatura, ni en dos», apostilla el concejal.
Lo que ve factible es un plan para renovar 11 kilómetros en calles que los técnicos municipales irán priorizando, en un plan estratégico para el que el Ayuntamiento estima una inversión de unos cuatro o cinco millones de euros, a un ritmo de entre 400.000 y 600.000 euros por año.
Aunque los últimos reventones se han focalizado en calles muy concretas, López advierte de que las viejas tuberías están por todo el centro de Logroño, desde la calle Chile a Pérez Galdós, Labradores, San Millán, Avenida de la Paz o el barrio de Lobete. Como resume muy gráficamente, tomando como eje Avenida de la Paz, hacia arriba y hacia abajo.