Con 82 años es el decano de un oficio en plena transformación. La pelota no se puede entender sin las apuestas aunque la tecnología y la crisis perenne ha trastocado una faceta esencial del juego de la pelota. «Para nosotros la televisión ha sido muy importante aunque las casas de apuestas nos han quitado mucho cliente, joven y mayor». Quien esto afirma es Hilario Aransáez (Hormilla, 1942), corredor de apuestas con más de 50 años de dedicación profesional. «Sigo porque me gusta el frontón, porque tengo una gran relación con mis clientes, pero no por el dinero que gano», anuncia.
Dejó La Rioja con 17 años para trabajar en Altos Hornos. Tras media vida en Donosti, desde la pandemia ha echado raíces en Durango y lamenta que a su pueblo solo vuelve «por San Mateos». «Y si voy en otras fechas es por algo malo», agrega.
Debutó en Urrutxu, «aunque no me acuerdo del cartel», en los tiempos de Eskulari, «en los que las apuestas se jugaban en duros». La mayor 'vuelta' que ha vivido en su medio siglo de experiencia la protagonizó «Bergara I y Soroa, si mal no recuerdo, que perdían por 21-4 ante Agirre y Lajos, los favoritos, que acabaron 22-21», rememora.
Ha conocido a las leyendas de la pelota aunque el que más le ha emocionado ha sido Bergara II, «Bergarita, el más completo, muy trabajador, el más querido».
Su frontón fetiche es el «Beotibar» aunque para feria, «la de Logroño». La que hoy comienza «no sé si será mi última». «Es la que más me gusta porque soy de aquí, por su encanto y porque viene gente de todos los lados», afirma antes de denunciar el ambiente 'futbolero' que se ha instalado en los frontones.«No me gusta a mí, ni a mis compañeros. Es puro ruido y el ruido es malo en el frontón», ataja.
Su utillaje (camisa y talonario en ristre) no ha cambiado. Sí lo ha hecho la costumbre de apostar: «Ya no se juega nada. En agosto y septiembre hacía 65 festivales. Eso ahora es impensable», se despide con amargura.