Un poco más de un año. Ese es el tiempo que lleva en La Rioja la delegada territorial de la AEMET, Paloma Castro. En concreto, llegó en mayo de 2023, después de haber sido delegada en Castilla-La Mancha.
Recuerda que hasta llegar a esta región pasó siete años y medio en un sitio árido y seco. «La ventaja de venir aquí es que es más sencilla y salgo ganando en variedad de clima porque aquí los sistemas montañosos son importantes», señala.
Destaca el hecho de que La Rioja cuenta con gran variedad de climas porque «no tiene nada que ver el clima que tenemos en la estación de esquí de Valdezcaray a 1.620 metros, con el clima suave que tenemos en el valle», apunta. «Ha sido un cambio a mejor», afirma.
Aunque Castro no se ha dedicado toda su vida a la meteorología. Cuenta que entró como ayudante de meteorología en 1989 en una base militar, donde aprovechó para preparar la oposición de meteorólogo. Luego estuvo en el centro de formación, en publicaciones y en el centro de nacional de predicción.
Volvió a España después de una temporada en EEUU y entró en una unidad de investigación. «Y más adelante me pidieron que ayudara al Jefe del Estado mayor en un tema de apoyo meteorológico», añade.
Una vez terminado, quiso cambiar. Cuenta que trabajó en el laboratorio nacional de fusión nuclear donde «estuve 10 años investigando las paredes del ITER, el reactor termonuclear experimental».
También trabajó en el proyecto Tecnofus coordinando muchos grupos de trabajo de toda España y visitó el instituto químico de Sarriá y el Tecnum en el País Vasco. «Aunque ya iba cumpliendo años y me reclamaron desde el sector de la meteorología. Por eso volví a lo mío como delegada, que es mi profesión y mi hobby».
Este hobby está relacionado con la meteorología aeronáutica. Explica que la AEMET intenta analizar la atmósfera «de manera vertical y horizontal. Con los modelos numéricos de predicción, vamos consiguiendo este tipo de resultados que te dan en una región o en una área».
Existen unos aparatos que se llaman sondeadores o radiosondeos que van unidos a un globo de helio «enorme». Detalla que una corriente de aire cálido se lleva el globo en altura, y va navegando a la vez que va cogiendo más altura hasta que estalla debido al helio que tiene en su interior y emprende la bajada.
Recuerda que en los años 50 se usaban cajas de zapatos como sondeadores. Los modelos han ido evolucionando desde entonces, y el último solo pesa 160 gramos.
Detalla que el aparato, en el camino de subida, mide la presión, la temperatura, el viento y la humedad relativa. «Están a diferentes niveles estos parámetros», señala.
Mi hobby, indica, es interpretar el diagnóstico. «En un diagrama primero hay que ver si hay condiciones para que haya temperaturas térmicas. En cuanto lo coge el viento, ya no hay problema. No se sabe hasta donde va a subir porque tienes que mirar las condiciones meteorológicas aunque ahora no suele haber problemas», asegura.
Este hobby lo ha cultivado debido a su trabajo porque «parte de él es mirar muchos datos». «No solo quiero saber la línea horizontal sino también la vertical. No todos los días te da tiempo a mirar pero lo tengo como hobby. Lo que no tienes que hacer en la rutina diaria, para ti es una fiesta», explica.
Estos datos sirven para dar información a los aviones. «Los pilotos siempre piden que les den un sondeo sin nubes», concluye riendo.