Yoga para sanar

David Hernando Rioja
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La instructora de yoga, Laura Nanclares, explica que el objetivo de esta práctica es alcanzar una paz o conocimiento interior. Existen el hormonal, el oncológico y el sensible al trauma

Una sesión de yoga en el estudio de Laura Nanclares - Foto: Óscar Solorzano

La salud es uno de los pilares en la vida de los seres humanos. La medicina es la mejor forma de que la salud de cada persona sea óptima pero es verdad que existen otros métodos para lograrlo, como tener una alimentación sana o hacer ejercicio constante.

Uno de los ejercicios que la ciudadanía está realizando con más frecuencia es el yoga. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el yoga es una práctica segura y efectiva para la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, ya que mejora de la salud física, la flexibilidad, la fuerza y el equilibrio.

Existen diferentes tipos de yoga, desde el clásico, hasta el hormonal, oncológico y de dolor crónico o sensible al trauma e inclusivo, entre otros. La instructora y dueña del Resilence Yoga Studio, Laura Nanclares, explica que la finalidad del yoga es que «las fluctuaciones mentales cesen para poder llegar a esa paz o conocimiento interior».

El objetivo, apunta, es que los pensamientos y emociones puedan distanciarse más y estén más reposadas, es decir, «que la gente no vaya de un pensamiento a otro y que no sea un proceso tan rumiante». «Esto se consigue a través de la respiración y el movimiento», indica la instructora. 

Cuenta que la formación con la que inició su aventura en esta modalidad como instructora estaba relacionada con el yoga integral. «A partir de ahí indagué en otros estilos con la finalidad de respetar la mente, cuerpo y tener esa resiliencia o adaptación mental y física para afrontar la adversidad diaria», remarca.

Uno de ellos es el yoga hormonal, creado por la brasileña Dina Rodríguez y el chileno Gustavo Ponce. «Es un método ancestral y clásico al que yo le he puesto mi impronta», destaca Nanclares.

Este tipo de yoga, explica, quiere ser una terapia hormonal y natural que pueda servir para mujeres que están con la menopausia y buscan suavizar su sintomatología. «Aunque también sirve para hombres que tienen andropausia», señala.

El yoga hormonal busca estimular las glándulas del cuerpo a través de ejercer presión mediante determinadas posturas. «Esto va a mejorar muchos síntomas como los dolores menstruales, la irritabilidad o la regulación de ingesta de comida», afirma.

Esta práctica, asegura, va a permitir que la gente tenga «más consciencia» de su cuerpo y de como se siente. «Al tener más consciencia corporal, vamos a hacer que escuchemos más a nuestro cuerpo y por ejemplo, dependiendo en que fase del ciclo menstrual se esté, podamos decir que vamos a hacer una práctica más en reposo o más enérgica», describe.

El caso, avisa, es que no se puede ir en contra del ciclo, que es lo que está pasando en la sociedad actual. «Las mujeres queremos ser igual que los hombres y no respetar el ciclo pero eso provoca que haya desajustes hormonales. Esto hace que se genere mucho estrés y las hormonas se saturen», explica.

Salud mental. Esta instructora destaca que el yoga hormonal no solo ayuda al estado físico del cuerpo sino también al mental. La base, explica, es tener una buena salud mental y  menstruar ayuda a que «la salud se estabilice».

Asegura que el yoga es integral porque «une la mente, el cuerpo y el espíritu». «Hay que ir antes al cuerpo que a la mente porque el cuerpo lleva la cuenta. Es curioso que las dolencias vienen de lo que nos pasa en la mente, por eso es tan importante trabajar la salud mental», recalca.

Esta instructora también imparte clases de yoga oncológico y de dolor crónico. Indica que el beneficio de este estilo de yoga es reducir la ansiedad que genera el tratamiento, el dolor que va aumentando por el tratamiento o bajar la analgesia a través de estas prácticas físicas.

Apunta que otras de sus ventajas son gestionar y visualizar esa parte de sanación que uno tiene, «independientemente de la curación que tenga el paciente porque puede estar en un tratamiento oncológico o en la unidad de dolor». Otro objetivo, añade, es generar seguridad y confianza en el entorno en el que está el paciente o alumno, es decir, «si tiene que ir al tratamiento o a una cita médica, que vaya con unos recursos que le hayan dado las clases de yoga, como una respiración más cómoda».

Otra modalidad es el yoga sensible sensible al trauma e inclusivo. Nanclares asegura que todo el mundo puede hacer este tipo de yoga porque «el participante puede elegir cual va a ser su práctica. Yo en esos casos facilito tres opciones y la persona elige la mejor opción para él en ese día».

Su base, señala, consiste en que no hay jerarquías, sino que «queremos que su salud mental mejore. Esto hace que el lenguaje que se utilice sea muy concreto y no le lleve a esa situación que le ha podido generar el trauma».

Informa que también hay personas que pueden participar aun estando en silla de ruedas. Por eso es inclusivo.

La profesora explica que las personas que acuden lo hacen porque «se les ha generado una inseguridad por el propio trauma, ya que una cosa es el evento traumático y otra el propio trauma». «Ha podido ocurrir un accidente pero puede ser que a una persona se le quede un trauma y a otra no porque dependerá de la forma con la que se afronta el evento traumático», concluye Nanclares.