«Cafetería Glamour cierra sus puertas el día 31 de diciembre por derribo del edificio. Gracias a todos». La bajada de la verja de forma definitiva en este café, el último local que permanecía funcionando en el edificio, simboliza el futuro que le espera al inmueble ubicado en Gran Vía 21, en la confluencia con República Argentina, cuyos propietarios esperan el visto bueno del Consistorio para acometer la demolición.
«Hemos presentado un proyecto de derribo y estamos a expensas de obtener la licencia», confirman desde la comunidad, que dos décadas después de su primer intento y cerca de una década más tarde de que el Ayuntamiento de Logroño declarara el inmueble en ruina económica podrá, por fin, echarlo abajo. La propiedad del edificio, conformada por 15 personas o sociedades, antiguos dueños o sus herederos, señala, al respecto, que el propio Consistorio les había marcado el 18 de noviembre para arrancar una actuación que se antoja compleja en el centro de la capital por lo que esperan la licencia para asumir el derribo.
Íñigo López Araquistáin, concejal de Arquitectura, confirma que su departamento ya ha remitido a la unidad municipal correspondiente la documentación para que proceda a la expedición de la licencia, un trámite que -a expensas de que pueda solicitar alguna aclaración o nueva información a los propietarios- estará resuelto antes del 18 de febrero. Los promotores dispondrán después de cuatro meses, que podrán ser prorrogados, para derruir el edificio.
Una exención de plazo que no parece que será necesaria porque los propietarios de Gran Vía 21 esperan la licencia para asumir cuanto antes una intervención que encargarán a la empresa «que se crea más conveniente y profesional» para lo que estiman un presupuesto de unos 350.000 euros.
Desde Gran Vía 21 estiman al menos tres meses para la actuación y confían en que no se produzcan daños para los edificios vecinos, el número 19 de Gran Vía y el 1 de República Argentina.Explica que en el proyecto ya se recoge que «hay que ir apuntalando todos los pisos» para ejecutar el derribo, cuyo proyecto tienen redactado desde 2014 -año en el que el Ayuntamiento ya les reconoció ruina económica-, y que han actualizado conforme a las exigencias actuales.
Ocho alturas. Sin residentes desde hace años y con los locales comerciales, tanto en Gran Vía como en República Argentina, que han ido cerrando los últimos años, los propietarios presentaron la solicitud de ruina de edificio en septiembre de 2022, con la que aportaron sendos dictámenes periciales redactados por el arquitecto José Garrido Manso, en los que concluye que las patologías que sufre el edificio son «generalizadas en todo el inmueble y no cumplen las condiciones de estanqueidad y seguridad» que debe tener. Dos técnicos municipales giraron una visita al domicilio y validaron el informe, lo que permite a los vecinos ejecutar la demolición.
Una vez efectuado el derribo, la propiedad, actuando como promotora, quiere levantar un nuevo edificio, pero de ocho plantas en vez de las cinco actuales, que es lo que se contempla en el Plan General Municipal para un inmueble proyectado por Quintín Bello, construido entre 1928 y 1929 y reformado según diseño de Fermín Álamo en 1935. «Cuando la Gran Vía se creó se permitieron construir ocho alturas», alegan desde la propiedad, que estima «inviable» hacer rentable un inmueble con menos de ocho plantas. Para ello, los antiguos vecinos esperan negociar con el Ayuntamiento para que una modificación puntual les permita construir ocho alturas» como toda la Gran Vía, ni más, ni menos» porque se trata, junto al del número 19, del único edificio de la calle que no alcanza dicha cota.