El ser humano suele ostentar la eterna capacidad de adaptarse a las situaciones más inverosímiles, sean éstas positivas o negativas. Palabras que derivan de la sabiduría y de la herencias popular y que bien podrían constituir una de las conclusiones del artículo publicado la semana pasada en la revista Ecosystems and People en base a un estudio que profundiza desde una perspectiva tan novedosa, como seguramente polémica, en la convivencia de la ganadería y el lobo. Y se alude al concepto de polémica porque entre sus conclusiones, el estudio alude a la necesidad del propietario de las explotaciones ganaderas de abordar cuestiones de carácter psicológico y de bienestar emocional como la preocupación, la frustración, el miedo y el dolor ante la pérdida de animales bajo la dentellada del cánido.
Una conclusión, como la que se refiere a la pérdida de tradiciones pastoriles, basada en la división de tres zonas españolas. Por un lado, León, como zona con presencia de lobo ininterrumpida; el norte de Soria y el sur de La Rioja como zona de reciente colonización; y una tercera zona con presencia esporádica del cánido fijada en el resto de la provincia soriana.
Siempre en base a la discusión que abre el informe, en las regiones recientemente colonizadas, es decir, La Rioja entre ellas, «los lobos parecen tener el impacto más significativo en el bienestar psicosocial de los ganaderos».
El estudio ha sido elaborado por investigadores de las universidad es de La Laguna, Alicante y Zaragoza en colaboración también con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
De hecho, el informe destaca «la importancia de reducir estos costos intangibles (emociones) para aumentar la tolerancia hacia los lobos, un aspecto emocional que se evidenció en nuestro trabajo». Incluso de forma sorpresiva, prosigue el trabajo sobre la convivencia y tolerancia hacia el cánido, «la compensación financiera pagada a los ganaderos por implementar medidas de protección o por pérdidas de ganado no parece aliviar su angustia o influir en las actitudes de las personas hacia los depredadores».
Es más, al hilo de todo ello, la investigación considera que «esto no se debe únicamente a pérdidas económicas, sino que también se debe a factores como la necesidad de cambiar el estilo de vida, la situación laboral, los sentimientos de responsabilidad, el apego emocional al ganado o, en general, la desconfianza en el sistema de manejo de los carnívoros».
Se trata de una situación que se manifiesta fundamentalmente en las zonas de reciente colonización, en menor medida en áreas de presencia esporádica del lobo y de forma prácticamente inexistente en las zonas de presencia permanente a lo largo de décadas.
Dicho de otra forma, el coste intangible, como la define el informe, desaparece en aquéllas áreas en las que el ganadero está acostumbrado a lidiar con el lobo. Citan en este sentido a tierras de Portugal, donde la presencia del lobo es permanente y «se valoran los beneficios» que el cánido aporta a la naturaleza por encima de los ataques al ganado.
Tradición pastoril. Sin embargo, más allá de la costumbre, el estudio liderado por la Universidad de La Laguna ve necesario, en zonas de reciente colonización con el norte de Soria y el sur de La Rioja, «recuperar el conocimiento técnico sobre medidas preventivas, como la cultura del mastín» y en definitiva, las técnicas más tradicionales del pastoreo. Considera el estudio una herramienta indispensable la presencia de mastines para mitigar este malestar, pero también aluden, y ya desde esa perspectiva tradicional a la que hace mención, que el pastor acompañe siempre a su ganado y que se encierre por las noches. En este sentido, señala el estudio, «la mayoría de ganaderos de la Península Ibérica reconocen que, aunque en el pasado el ganado siempre estaba vigilado durante el día y encerrado en corrales durante la noche, actualmente hay más animales sin supervisión en sistemas extensivos».
La investigación pone el acento también en los beneficios del lobo, más asumidos en las zonas de presencia permanente a lo largo de la historia.
«Un ataque a una buena oveja provoca un daño psicológico tremendo»
Parte de la investigación desarrollada por las universidades de La Laguna, Alicante y Zaragoza, y el Consejo Superior de Investigaciones Sociológicas (CSIC) se ha realizado mediante entrevistas directas a ganaderos de las tres zonas delimitadas (áreas de presencia permanente, de reciente colonización como el norte de Soria y el sur de La Rioja, y de presencia esporádica).
Entre los testimonios recogidos en la elaboración del informe, se recoge alguno procedente de propietarios de explotaciones ganaderas de la Comunidad riojana.
Un ganadero de la zona sur de Soria, con presencia esporádica del cánido, ratifica las conclusiones del informe y alude a que «un ataque te provoca un daño psicológico tremendo. Y la Administración o nadie te compensa. Ves animales que a ti te gustan y que los lobos han destrozado. Es muy doloroso. Y ves cómo ha ocurrido y no te puedes defender».
Desde La Rioja, el estudio recoge el testimonio de un ganadero de entre 50 y 59 años: «Con el problema del lobo, es muy duro escuchar que se vuelva a los modos de pastoreo y de manejo del ganado de hace 60 o 70 años. Todos queremos tiempo libre, poder comer en casa, poder dormir en casa».
Otro propietario de la zona de reciente colonización añade que «encerrar el ganado no tiene sentido y va en contra de la esencia misma de la ganadería extensiva y de la rotación de pastos».
Y por aludir a testimonios que marcan la diferencia entre zonas, un ganadero del área de presencia permanente, recogido en el informe, apunta: «Son necesarios, igual que lo son los osos, los jabalíes u otros». Y otro de la misma zona añade que «si hay un jabalí enfermo o un corzo herido, el lobo se lo come. Lo mata y se lo come. Así que esa es una enfermedad que el lobo elimina del campo». Testimonios que, según el informe, marcan las diferencias entre zonas en base a la tradición del cánido.