Hasta el momento, Ferraz no ha confirmado que esté negociando con los independentistas catalanes el apoyo a una hipotética investidura de Pedro Sánchez, para revalidar la presidencia del Gobierno, aunque tampoco ha salido a desmentir a Junqueras tras asegurar este que esa amnistía iba implícita en su visto bueno a la mesa del Congreso presidida por la socialista Francina Armengol.
Ahora la cúpula del PSOE no solo tiene que vérselas con el Partido Popular, Vox y el resto de fuerzas del bloque de derechas más afín a Núñez Feijóo a la hora de enfrentar las críticas a esa medida de gracia con los condenados por el procés y a varios de sus barones autonómicos, sino que le crecen los enemigos dentro de casa. No ha bastado con expulsar a Redondo Terreros para acallar las voces discordantes, si acaso ese acto con político crítico habría avivado otras voces tan autorizadas, significativas y representativas en la historia del socialismo español y del poder ejecutivo como las de Felipe González y Alfonso Guerra. Para ellos, esa amnistía supondría traicionar el arduo y finalmente exitoso proceso de la Transición, además de institucionalizar un trato diferente para unos y otros españoles frente a la Justicia, y eso es algo que no contempla la Constitución. La última noticia es que a González y a Guerra no les va a aplicar medidas disciplinarias Ferraz. Faltaría más. Si diferencias de raíz entre los planteamientos del equipo de Sánchez y los de los socialistas históricos han servido ya para ensanchar un abismo que se antoja insalvable, una expulsión de ese calibre acabaría de fracturar en dos una de las fuerzas más importantes y poderosas de los últimos cuarenta y cinco años de la vida política de España.
Con todo, este problema podría sustentarse en una especie de equilibrio inestable entre el partido y la exposición mediática, y reconducirse hasta que dejara paso a otro tema más candente, pero no hay que olvidar que la fractura no se produce solo en las altas instancias del socialismo, sino que baja a las bases, donde son cada vez más los descontentos que critican la disponibilidad de Sánchez a ceder en todo lo que haga falta para perpetuarse en el Gobierno. El jefe de la oposición, que en unos días se verá en la tesitura de someterse a una investidura, a todas luces fallida, ha llegado a apelar en alguna ocasión a esos militantes con voz y voto en la Cámara Baja para que sean valientes y expresen su verdadera opinión. Claro que en este caso, ha de resultar complicado mojarse públicamente si no se cuenta con el aval de los triunfos históricos de González y Guerra para evitar una inmediata expulsión.
El papelón de Sánchez quizá no sea fácil de representar, pero el de parte del socialismo de a pie y el de algunos de sus representantes, tampoco lo es, y podría volverse contra todos.