La Violencia Vicaria (VV) o violencia 'por sustitución' constituye una forma o subtipo más de Violencia de Género, que forma parte de los mecanismos de violencia psicológica, utilizados por el maltratador. Su finalidad principal es causar el máximo daño posible a la mujer, provocando su muerte en vida, por lo que «las víctimas suelen ser los hijos o las personas que más ama», según un estudio de la Asociación nacional Manipulación con Alejamiento Maltrato Infantil (MAMI).
La Violencia Vicaria, puede incluso, llegar a causar la muerte de la mujer, debido a las secuelas, el estrés post traumático, el uso de fármacos y las lesiones psicológicas que la inducen a procesos autolíticos e ideas suicidas. Esta asociación cuenta con 12 socias en La Rioja y 210 en toda España.
Un estudio de la asociación del año 2022 establece que el padre biológico es el agresor en el 82% de los casos. Además, el 26% de los agresores tiene antecedentes penales, de los cuales, el 60% de ellos tiene antecedentes por violencia de género. Dicho estudio también establece que el 52% de todos estos agresores se encuentra separado o divorciado.
Otro apartado del estudio muestra que el 64% de los casos eran de víctimas mortales que tenían entre 0 y 5 años. Según un informe del Ministerio de Igualdad, los menores que han sido víctimas mortales de la violencia vicaria han crecido hasta los 10 casos en este 2024, cuando en el 2023 y en el 2022 solo hubo dos casos respectivamente.
En La Rioja hay varios ejemplos de violencia vicaria. Uno de ellos lo sufre Sara (nombre ficticio), una mujer con dos hijos. Cuenta que se casó con un hombre que estaba en la cárcel y con el que tuvo un hijo. «Todo iba bien pero la situación, su forma de ser y sus comportamientos cambiaron cuando salió. Tardé tres años en darme cuenta hasta que descubrí que tenía un trastorno narcisista de personalidad».
Relata que cuando el niño era pequeño desapareció de sus vidas durante unos años, al menos presencialmente. «Con el niño no había ningún problema en ese momento, solo conmigo. Pero su actitud con el niño empezó a empeorar en verano de este año», señala.
Sara confirma que nunca ha hablado mal del padre delante de su hijo. «La prueba de ello es que el crío adoraba al padre pese a no estar presente. Por eso, cuando estuve recuperada psicológicamente de todo lo que me había hecho, volví a tener una relación cordial con él por mi hijo, ya que conseguí que a mí no me afectaba verle».
Cuenta que la situación fue bien durante año y medio, ya que «el padre venía al portal a recogerlo y lo llevaba al parque. Este podía verle siempre que quisiera pero la única condición que le puse es que viniera sin haber consumido drogas previamente».
El problema es que el padre insinuó que quería volver conmigo pero «siempre le cambiaba de tema». «Cuando vio que no lo iba a conseguir, la situación empezó a torcerse con mi hijo. Cuando iban al parque juntos, el crío venía llorando a casa, hasta el punto de que no quería ir más con él».
El crío, destaca, le cuenta todo y le decía que el padre le gritaba en medio del parque delante de sus amigos y le insultaba a ella y a sus abuelos gritando aun sin estar ellos presentes. «También nos amenazó, a mí vía móvil y a mi hijo en persona, diciéndonos que iba a conseguir que el niño saliera de mi casa», denuncia.
Relata que la situación llegó a estar tan crítica hasta el punto de que «el crío tenía miedo de ir con él. Cuando sonaba el teléfono, el niño se ponía blanco y a temblar, así que consiguió que pasara de adorarle a no querer ir con él».
Recuerda que un día su hijo le preguntó que porqué su padre no le quería. «A un niño de 8 años le tienes que decir que su padre le quiere a su manera, cuando en realidad no le quiere porque no puede querer a nadie», asegura.
Personalidad. Sara destaca que su hijo tiene «mucha personalidad». Recuerda que en uno de los viajes que vino a buscarle para llevarle al parque su hijo no quiso ir, ya que antes le había gritado por teléfono. «Yo le dije que tenía que ir con su padre pero si no quería hacerlo, debía ser él quien se lo dijera en persona».
Relata que su hijo no se lo pensó y bajó, acompañado de su hermano (un hijo de otra relación). «Le dijo que no quería ir con él porque le gritaba, hablaba mal de mí y le amenazaba con sacarle de casa», cuenta orgullosa. «La reacción del padre fue decirle que no le iba a ver más en su vida, que se había quedado sin padre y que igual se suicidaba por nuestra culpa», añade.
Reconoce que tiene miedo de que su hijo acabe siendo como el padre, por eso «le explico lo que está mal del comportamiento del padre». «No le digo que no sea como él sino que no tiene que hacer lo que hace su padre ni sus comportamientos», aclara esta afectada por violencia vicaria.
«Me dijo que se la iba a pagar porque si un lobo está herido hace lo que sea»
Otra mujer afectada por violencia vicaria es Carla (nombre ficticio), quien se casó con su marido en 1998 y tuvieron un hijo en el 2006. Cuenta que su ahora ex marido ha sido siempre una persona «muy celosa, muy posesiva y a la que le ha gustado dominar todo».
«Me decía cosas como que no fuera a un sitio, no me pusiera esta ropa, no saliera e incluso que alguna amiga mía no le gustaba. Pero yo estaba muy enamorada y siempre aposté por él», indica.
El caso, apunta, es que consigue que las personas se vayan amoldando a él «a su antojo». «La situación se agravó cuando nuestro hijo llegó a nuestras vidas porque un día me dijo que nuestra familia iba a ser una burbuja de los tres y no podía entrar nadie más», recuerda.
El tiempo iba pasando y esta mujer estaba cada vez «más harta» de la situación que estaba viviendo. «A veces me planteaba que no le soportaba y no le aguantaba pero tienes un niño pequeño y te organiza la vida un poco», admite.
Otro aspecto negativo es que los celos eran cada vez más grandes pero «no entendía el motivo». «Me decía que era tan simpática que confundía y que hablaba con todo el mundo. Hasta los otros padres del colegio le preocupaban», comenta.
Sara recuerda que la situación empeoró cuando «hace seis años me reencuentro con un antiguo amor de juventud y salta la chispa». Cuenta que cuando decidió divorciarse pensó que iban a tener un divorcio normal con custodia compartida pero no fue así. «Me dijo que se las iba a pagar porque cuando un lobo está herido hace lo que sea. También me dijo que me iba a hacer el doble de daño de lo que le estaba haciendo yo a él», rememora.
Afirma que su hijo siempre ha sido «buenísimo» pero «el problema es que está totalmente manipulado por su padre». «El padre me dice que le da total libertad para que ande con quien quiera pero esto me lo dice ahora cuando ya ha hecho todo el trabajo y le ha convencido de que me odie», lamenta.
Otro síntoma de violencia vicaria es que «le ha hecho romper toda relación con mi familia». «Yo le preguntaba a mi ex marido los motivos por los que no le dejaba ir con su tía y tío. Me decía que así le tenía equilibrada la mente», declara.
«Tengo miedo de que se convierta en alguien como su padre. La confianza que tengo es que es buena persona», concluye.
«La relación con mi hija mayor está mejor, ya no se vuelve tanto contra mí»
Otra de las 12 víctimas de violencia vicaria de La Rioja es Susana. Esta mujer se casó «bastante enamorada» pero «más adelante nos fuimos alejando de mis amigos, de mi familia e incluso de sus amigos. El caso es que lo vas haciendo sin darte cuenta», indica.
Más adelante tuvimos dos hijas pero «llega un momento en el que una misma dice que hay cosas que no te gustan». «Intentas hablarlas pero su respuesta es que estoy loca y que está todo bien. Pero ves una actitud contigo y con tus hijas que va a peor», recuerda.
En ese momento cuenta que le dijo a su actual ex pareja que su relación «no iba a ningún sitio» y le propuso la idea de separarse. «Me puso el grito en el cielo, me dijo que no nos teníamos que separar pero al momento, cambió de idea y aceptó el divorcio», señala.
El problema, denuncia, fue que ese mismo día le contó a mi hija mayor que «mamá no nos quiere y se quiere divorciar de nosotros». También se enteró de que les iba diciendo a sus dos hijas que ella tenía una pareja pero «no era cierto».
Otra mentira que les contaba era «que me habían visto en un sitio concreto pero en realidad no era cierto». Recuerda una vez que a sus hijas, una vez que las bajó a Logroño, les contó que le habían visto a lo lejos con un chico. «Todo eso hace que luego vengan mis hijas y me lo recriminen a mí pero yo les digo que no me he movido de casa», cuenta.
Su relación actual con su hija mayor no está en su mejor momento. «Consiste en estar con ella algún rato aunque ahora está un poco mejor porque ya no se vuelve tanto contra mí ni contra mi familia».
Relata que cuando se divorció hubo que hacer separación de hijas, ya que «la mayor vivía con su padre y la pequeña conmigo». «La pequeña iba a visitar a su padre pero a la mayor, un día le dije que si no quería venir a verme que no viniera aunque yo la iba a seguir queriendo igual», rememora. «Decía que no podía vivir conmigo porque iba a terminar en las drogas», conluye.