«Algún que otro colchón redondo me ha tocado hacer»

El Día
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El logroñés Fernando Bergasa lleva casi cuatro décadas en uno de los pocos sectores, la colchonería, en el que la industria local resiste la internacionalización

Fernando Bergasa traslada un colchón en su taller. - Foto: Ingrid

Sus primeras armas en la colchonería las hizo en Somieres Búfalo, empresa de la que ya no queda huella en Av. Burgos. De eso han pasado casi cuatro décadas y Fernando Bergasa (Logroño, 1970) no ha cambiado de sector. Por fortuna, el de la colchonería es de los pocos mercados en los que la industria nacional vence el pulso a la internacionalización. «Quizás porque los colchones son muy voluminosos y los portes disparan los precios, pero la realidad es que casi al 100% los colchones son de fabricación española», informa.

Pasamos un tercio de nuestra vida en la cama (no siempre durmiendo), de ahí la importancia de invertir en un buen jergón «pero sé que no todo el mundo tiene la posibilidad de comprar uno decente».

Aunque las asociaciones recomiendan cambiar el colchón cada diez años, «uno bueno, bien tratado, puede durar 20 años». Los nuevos materiales así lo permiten. De hecho, pese a que aún se puede ver en alguna casa de pueblo los somieres de malla «es algo de los 80». Después llegaron «los somieres de lama que han perdurado en el tiempo y que en la actualidad conviven con las bases tapizadas y los canapés que también se han generalizado».

En su dilatada trayectoria nunca ha hecho «colchones de lana» toda vez que, desde hace mucho tiempo, se utilizan «muelles, viscolástico y látex». Independientemente del material empleado, el proceso es aparentemente sencillo: «El primer paso es la acolchadora para montar la estructura, después lo pasamos por la grapadora y, finalmente, la cerradora».

El crecimiento de los españoles ha aumentado la largura de los colchones («el estándar era 1,80; ahora, 1,90», hasta el punto que las dimensiones más raras que ha tenido que hacer es «dos por dos». Pero para rareza, la vez que tuvo que hacer «un colchón con forma de proa». Y como nos gusta tanto estar en la cama, o ir de cama en cama, confiesa que «algún que otro colchón redondo me ha tocado hacer». Y no siempre con el fin que está usted pensando.