«Competía con mi hijo para ver quién sacaba la mejor nota»

Mónica Burgos
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Hace cuatro años, Jose Ignacio y su hijo Alejandro iniciaron juntos su camino universitario. Ahora, padre e hijo, con 65 y 22 años respectivamente, se despiden de esta etapa compartiendo graduación, un acto nunca visto en la UR

José Ignacio y su hijo Alejandro en los pasillos de la Universidad de La Rioja. - Foto: Óscar Solorzano

Graduado a tiempo, sin repetir ningún curso, con 65 años... y a la vez que su hijo. «Es la primera vez que esto sucede en la Universidad de La Rioja», indica José Ignacio Aguirre, y es que así se lo hizo saber la propia universidad durante su ceremonia de graduación, que coincidió también con la de su hijo, Alejandro Aguirre Herce. Ambos fueron reconocidos durante el acto, un momento que recuerdan con inmenso cariño, «fue muy emotivo», expresa José Ignacio.

Después de más de 30 años trabajando como técnico electrónico, pocos imaginarían que a alguien le pudiesen quedar ganas de seguir activo, aunque fuese desde las aulas. Sin embargo, esa fue exactamente la decisión que tomó José Ignacio hace cuatro años cuando, ya jubilado, se matriculó en el grado de Enología en la Universidad de La Rioja, aunque no es esta su primera toma de contacto con el mundo académico. 

«Lo último que estudié fue hace unos quince años, cuando hice el grado de Viticultura, y como me gustó tanto, me quedaron ganas de seguir aprendiendo». Por si pareciese poco, además este grado, a lo largo de su vida laboral ha estudiado la Formación Superior de Informática, de Instalaciones Eléctricas y Prevención de Riesgos Laborales, «llevo estudiando toda la vida».

Es esta precisamente la razón por la que a su hijo Alejandro, acostumbrado a ver a su padre entre libros, no se le hizo extraño compartir con él facultad, y hasta topárselo por los pasillos, «cuando nos encontrábamos por la universidad me invitaba a un pincho o cerveza» rememora entre risas.

Aunque, menos gracioso era, cuenta Alejandro, cuando llegaban los exámenes y en las calificaciones comenzaba la 'batalla', «imagínate que mi padre saca un nueve y yo no... lo llevaría fatal» reconoce riéndose, a lo que su padre admite, «competíamos para ver quién sacaba mejor nota».

La mejor edad. «Cuando era joven no estudiaba tanto como ahora, estaba más despistado con otras cosas, ahora tengo más tiempo, veo las cosas de otra manera» reconoce José Ignacio, y opina ser la suya, «la mejor edad para estudiar».

La experiencia universitaria la define como «inmejorable» y la clave, asegura, es precisamente esa «no estudias con la presión de que necesitas encontrar trabajo cuando acabes, es como un hobby».

No obstante, si algo es inevitable para todo estudiante, es el temor hacia los exámenes, algo que incluso José Ignacio, reconoce, le quitaba el sueño, «parece una tontería, sobre todo yo que no me juego nada, pero el día de antes ni siquiera dormía bien por la noche por el miedo de aprobaré o no... sí que tenía un poco de nervios y de preocupación, como un chavalillo».

Ahora, concluida la etapa universitaria anuncia que tomará, por lo menos, una temporada de descanso de los estudios, «esto ocupa mucho, parece mentira pero requiere estar todo el día». 

El descanso académico es, sin embargo, un momento que recibe con el orgullo de haber concluido con éxito esta etapa, pero con la pena de dejar atrás las clases, el gusanillo nervioso de los exámenes, los compañeros conocidos, y los profesores descubiertos, muchos de ellos ahora buenos amigos, «son auténticos genios y con muchos de ellos he forjado muy buena relación», rememora. Y con ello cierra, con más felicidad que tristeza, «una etapa inmejorable».