Los blancos siguen al alza y duplican ventas en 10 años

Feli Agustín
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Comercializa unos 27 millones de litros, un 11% del total, frente al 8% de hace 5 años. Se convierte en la segunda Denominación del país por delante de Rías Baixas. Su «complejidad, elegancia y diversidad» le otorgan un gran potencial

Un trabajador en Bodegas Montecillo. - Foto: Óscar Solorzano

Con una tendencia, ya estable, de caída general del consumo de vino en el escenario mundial, con el Rioja buscando la salida a su particular laberinto, los blancos emergen como «auténticas joyas, de una calidad y complejidad admirables».

A la espera de que el Consejo Regulador del Rioja ofrezca mañana los datos definitivos sobre la comercialización en 2023, sus responsables han realizado una decidida apuesta por los blancos en los salones organizados hace un par de semanas en Madrid y Valencia, foros que han aprovechado para destacar que este color se mantiene como valor seguro en la Denominación y en 2023 refrendó su tendencia al alza con un incremento en el mercado doméstico del 7,13% respecto al año anterior. El propio presidente, Fernando Ezquerro, recordó que las ventas ya habían experimentado un crecimiento del 5,62% con respecto a 2021 y la comercialización había alcanzado los 36 millones de botellas, recorriendo el camino contrario a los tintos, toda vez que Rioja  despachó 325,2 millones de botellas, que representan un descenso del 5,18%.

Son cifras que confirman que va ganando cuota de mercado y relevancia en una Denominación que contabiliza alrededor de 6.000 hectáreas de blanca, una masa vegetal escasa en un territorio vitícola que suma 66.700. El apenas 10% del total supone, no obstante, el reflejo de una subida paulatina pero constante  de un 62% desde 2012, campaña que se acercó al suelo de Rioja, con 3.764.

Al margen de la producción, que se ha ido ajustando a las normas de cada campaña en función de las vicisitudes de Rioja -la norma general ha sido de 9.000 kilos/hectárea- las ventas alcanzaron el año pasado las cifras más altas de los últimos tiempos, con 36 millones de botellas, unos 27 millones de litros, frente a los 25,7 de 2022, y los 24,4 millones de 2021. En una década, la comercialización de blancos de la DOCa se ha duplicado, desde los 14,4 millones de litros, con un crecimiento similar en ambos mercados, al aumentar desde los 9,2 a los 16 millones en el interior, y de 5,1 a 9,4 en el exterior. 

En el global de vinos de la Denominación, su incremento también es constatable en un contexto general de ventas a la baja y en un quinquenio han pasado de suponer el 8% -21 millones sobre 263,3- al 11%, unos 27 millones sobre los 238,2 que se expidieron el año pasado.

Una tradición histórica. José Peñín, uno de los mayores conocedores y divulgadores de vino de nuestro país y creador de la guía que lleva su nombre, relata en algunos de sus artículos que en 1689 en Haro se contabilizaron más de 36.000 cántaras de blanco frente a los 6.000 de tinto, vino al que se fue supeditando a lo largo del XIX. El creador de la guía que lleva su nombre cuenta que hasta 1935 el cultivo de blanca en Rioja seguía gozando de importancia capital, iniciando un descenso en picado tras la Guerra Civil, hasta tal punto que la superficie plantada se redujo hasta 2.500 hectáreas para el conjunto de la Denominación, lo que obligó a autorizar la importación de vino blanco catalán.

A pesar de que tomó cierto impulso, en 1987 en Rioja había plantadas 39.271 hectáreas, de las que 30.206, el 77% eran tintasy 9.065,  el 23%, blancas. Un cuarto de siglo después, en 2012, cuando la superficie de viña en Rioja se había duplicado hasta ocupar 62.153 hectáreas, la de blanca mermó hasta 3.764, apenas un 6% del total de la Denominación, rozando mínimos históricos. Yeso que en 2007, y siguiendo las directrices del Plan Estratégico, para «adaptar las características de los vinos blancos de Rioja a las tendencias actuales del consumo», el Consejo Regulador aprobó la introducción de nuevas variedades, chardonnay, sauvignon blanc y verdejo, así como de las variedades autóctonas maturana blanca, tempranillo blanco y turruntés, que se unían a las hasta entonces autorizadas, garnacha blanca, malvasía y viura, que sigue siendo, a mucha distancia, la mayoritaria.

 A este nuevo abanico varietal se sumó la ampliación de la masa vegetal en 2.000 hectáreas, una serie de medidas que demuestran que, «a pesar de las críticas de algunos, lo que se hizo, se hizo bien».

El blanco renace en Rioja con, según destaca Íñigo Torres,  gerente del Grupo Rioja, «una complejidad, elegancia y diversidad» que representan un gran potencial para la Denominación. «Es un valor muy interesante de cara al futuro», se muestra convencido Torres, que alaba la diversidad que aportan los blancos de Rioja, mirando tanto las variedades o las formas de elaboración -con vinos jóvenes o criados en barricas-, que aportan un producto de gran valor para el consumidor.  «Es una gran oportunidad para Rioja de cara al futuro», reitera, al tiempo que augura «éxitos y satisfacciones».