Hace más de una década, Ruth Meiro se introdujo en el mundo de la peluquería para mascotas y al ver que podía unir dos de sus grandes pasiones emprendió su propio negocio donde atiende a gatos, conejos y sobre todo perros. Aunque suele ser con cita previa, si tiene algún hueco libre asegura que «se le presta atención sin problema».
No es un proceso rápido, ya que puede llegar a tardar hasta 4 horas en función de la raza, pero tras hablar con el dueño para conocer lo que quiere, entre sugerencias y consejos, el desarrollo termina siendo siempre el mismo: «Peinar, deshacer los nudos, lavar y estirar el pelo para un buen corte». Este servicio también lo ofrecen a domicilio «para la comodidad de quienes no pueden traer a su perro», destaca Ruth. Más allá de la peluquería, también venden pienso y se encargan de otras tareas como «cortar las uñas y limpiar los oídos».
Sin importar la raza, la peluquera canina expresa que «todas las mascotas necesitan el mismo cuidado»y destaca que su trabajo va más allá de la belleza y la estética porque se preocupan por la salud de los animales: «Una vez vino un perro lleno de garrapatas y hasta que no le dieran un antiparasitario no lo podía tratar». Lo que implica que en la peluquería también detectan y previenen posibles problemas. «Las sesiones de peluquería son buenas para la calidad del pelo y de la piel, si un perro tiene muchos nudos, la piel no respira y puede crear una dermatitis», explica.
Sin embargo, el mayor desafío al que se debe enfrentar es el de ganarse la confianza de las mascotas porque al haber sido gran parte de ellas adoptadas y «no saber por lo que han pasado» reaccionan a la defensiva. «Intentamos que poco a poco dejen de tener miedo con mimos, chuches, caricias... para que se sientan seguros», detalla, pero de no ser así, asegura que lo mejor es «hacerlo en dos sesiones». Una vez que logrado, Ruth remarca que le llena el corazón de alegría porque eso significa que «venir a la peluquería ya no les supone un trauma».