Hasta la fecha, solo sus compañeros de Disparate Teatro, y los espectadores de las obras interpretadas por este grupo amateur, habían podido disfrutar de las dotes escénicas de María Teresa 'Tiri' Iruzubieta (Logroño, 1957) aunque el estreno de Un amor, de Isabel Coixet, ha amplificado su platea.
Jubilada tras una vida dedicada a la confección, Tiri tiene una reconocida vis cómica que ha dejado de lado para ponerse en la piel de Roberta, uno de los personajes de la novela homónima de Sara Mesa y que Isabel Coixet ha traducido en imágenes, con Nalda, Ribafrecha y Villalobar como escenarios.
Tiri comparte plano con Amadeo Marín (Joaquín, en la película) y con Laia Costa. La logroñesa se sintió actriz no ya por un día sino por dos(más una jornada más en Barcelona para las pruebas de vestuarios), lo que duró el rodaje de sus escenas.
Para el recuerdo deja una frase que inunda la sala de carcajadas en un metraje preñado de tensión psicológica: «Hay muchas monjas que fuman y muchas putas que rezan». La dice en la pared del convento franciscano de San Antonio, en Nalda, cigarro en mano, con las peñas de Viguera al fondo, un telón espectacular. Hasta ahí nos acercamos para charlar con ella.
Tiri ha disfrutado de una experiencia a la que se apuntó gracias a la insistencia de Milagros González Sarasa. Acudió al cásting en Riojaforum caracterizada «y me cogieron tanto a mí como a Amadeo». A su compañero de reparto, y marido en la gran pantalla, lo conoció en las pruebas.
Roberta es una mujer que sufre demencia pero, que a la postre, es la más clarividente de un reparto al que se asoman la citada Laia Costa, Hovik Keuchkerian, Luis Bermejo, Ingrid García-Jonsson y dejamos para lo último a Hugo Silva.Uno de los guapos oficiales de España. A Tiri no le queda otra que reconocer que el actor de San Blas, aunque se vista de hippie como su personaje, «es muy atractivo».
A la carrera, «y con el móvil», se hizo una foto con él aunque el que le pareció más amigable fue con Hovik Keuchkerian, «que es muy campechano».
De Laia Costa destaca que es «dulcísima y majísima». Pese a reconocer que la experiencia le ha encantado, afirma que en el teatro, que practica como aficionada, «hay una relación más natural con el espectador». «Isabel nos pedía que nos metiéramos en el personaje y aunque la demencia es una enfermedad que ves en el día a día, no es sencillo. He hecho a Roberta como soy yo en la realidad», completa sin darse importancia.
Por fortuna, en plano ha dado bien y solo ha habido una escena que se le ha resistido:«Canté horrosoramente mal. Menos mal que Isabel la ha quitado del montaje».
El rodaje no le ha parecido «especialmente duro». «Estuvimos dos días y aunque hicimos muchas repeticiones de escenas, no fue porque salieran mal y sí porque la directora cambiaba de enfoque, ángulos, etc.».
No sabe si su carrera en la interpretación, profesional, tendrá más recorrido pero al menos se ha dado el gusto de rodar con una de las mejores directoras no ya de España sino del mundo. «Desde la ignorancia», se despide, «parece una profesión fácil pero yo veía las miradas, las caras que ponía Laia y es muy difícil transmitir solo con los ojos, con la boca, toda la expresividad y el tormento interior de su personaje».