Más que jugar a la brisca

Laura Merino
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El Gran Casino ofrece una amplia variedad de actividades, desde baile y canto hasta juegos de mesa, catas de vino o 'viernes socioculturales'. Un espacio donde conocer a gente, pasar el rato y disfrutar en «un ambiente muy familiar»

Varios socios junto a sus acompañantes durante la cata de vino que tuvo lugar el pasado jueves en la sexta planta del Gran Casino - Foto: Óscar Solorzano

El Gran Casino de Logroño, con casi 120 años de historia, se erige como un lugar emblemático que combina tradición y modernidad para ofrecer un espacio de ocio, cultura y comunidad. Lejos de quedarse anclado en el pasado, esta institución ha emprendido un proceso de transformación con el fin de adaptarse a nuevos tiempos y recuperar la vitalidad que antaño la convirtió en un referente social.

Su presidente, Juan Carlos Fernández, lo describe como «un lugar que evoluciona para seguir siendo relevante y atractivo para quienes buscan un entorno enriquecedor». Y aunque la media de edad se sitúa alrededor de los 75, Fernández explica que trabajan activamente para atraer a personas más jóvenes de entre 45 y 60 años, consciente de que el futuro depende de su capacidad para rejuvenecer su comunidad. 

A día de hoy, el Casino se ha convertido en un centro de actividades vibrante. En su histórica Sala 4, los socios disfrutan de un entretenido y competitivo juego de cartas hasta una tranquila lectura en su acogedor salón y otras propuestas recreativas que fomentan la convivencia. Pero, es el baile lo que más pasiones despierta y el motivo por el que durante los fines de semana y festivos, la sala 2 se transforma en una pista de baile abierta a los socios, donde «se reúnen entre 60 y 80 personas», indica el presidente.

Además del baile, la oferta cultural del Gran Casino es rica y variada. Desde octubre hasta mayo, el último viernes de cada mes se celebran los esperados viernes socioculturales, con charlas, conciertos, teatro y actuaciones musicales abiertas a socios y no socios. Estos eventos no solo dinamizan la vida de esta comunidad, sino que también atraen a nuevos visitantes que, en muchos casos, descubren con sorpresa y admiración todo lo que este espacio puede ofrecer. A ello se suman propuestas gastronómicas innovadoras que tienen lugar en su sexta planta, como las catas de vino, cerveza y chocolate abiertas al público general, y un completo servicio de restauración que ofrece pinchopote los viernes y cenas exclusivas para socios y acompañantes convirtiendo cada encuentro en una experiencia única.

«Durante el resto del año, hay días extraordinarios como el de San Pedro que es la fiesta del casino, en San Mateo hacen zurracapote y se da un bollo preñao a los socios, el cotillón de nochevieja, el roscón de reyes o incluso los disfraces de carnavales», destaca el presidente. Son  días que llenan de vida el espacio y refuerzan el ambiente festivo y la conexión entre los miembros. 

Con un presente dinámico y un futuro prometedor, el Gran Casino invita a todos a conocerlo y disfrutar de su amplia oferta de actividades. Este espacio, que combina el encanto de su historia con una programación actualizada y diversa, sigue siendo un lugar donde la vida se celebra con entusiasmo, ofreciendo experiencias que enriquecen y conectan a quienes deciden formar parte de él.

Experiencia. Justo Merino y Dari Zaldívar forman parte de esta institución desde hace 23 años por sus populares clases de baile. «Hay una unidad total. Aunque bailamos en pareja, también lo hacemos en línea y la mayoría lo disfrutamos mucho», expresan ambos. Para ellos, este espacio es un lugar donde la vida social y el disfrute se entrelazan. Jugar a las cartas, bailar, asistir a las catas y cantar son algunas de las actividades que realizan en su día a día. «El casino para nosotros es lo mejor que existe en Logroño», aseguran con entusiasmo. 

Además, la pareja destaca el gran impacto de estas actividades en sus vidas: «Nos obliga a arreglarnos todos los días y salir de casa, pero también pasamos un buen rato jugando y hablando con la gente». Aquí, no solamente se entretienen sino que se forman lazos de amistad que traspasan las paredes del casino. «Estas amistades, venir al casino y pasar un buen rato, es lo que nos da vida», coinciden.

José Hernández y Lucía Lorenzo explican que no se arrepienten de su decisión y el motivo por el que se apuntaron en 2006: «Nos dijeron que íbamos a estar felices y así fue, creo que acertamos». Y fue también el baile el que tuvo un papel decisivo a la hora de apuntarse. 

«Participamos en todas las actividades y estamos muy integrados», destaca la pareja. Tras 18 años, sus lazos de amistad se han consolidado con el paso del tiempo, pero al final «conoces a todo el mundo y todos te conocen a ti por lo que se genera un ambiente muy familiar y acogedor». Por ello, aseguran que no importa si una persona se apunta sola porque  «los primeros días pueden ser duros como en todos los sitios donde no conoces a nadie, pero rápidamente entablas conversación y amistad».   

Está claro que para los socios el casino es mucho más que un lugar de entretenimiento y ambas parejas coinciden en que se ha convertido en su «segunda casa» de manera que se trata de una fuente de realización personal que combate la soledad y aporta ilusión y sentido a sus días.