Como ya nos vamos conociendo, sabemos que nuestro presidente, el de todos los españoles, es muy aficionado a los golpes de efecto, a las sorpresas, a los cambios de opinión. Lo que ignorábamos es que también le gustaba el género epistolar para exponer sus sentimientos y sus dudas. Ignorábamos que en cinco días fuera capaz de superar un estado de ánimo de abatimiento, desánimo y tristeza para, sin solución de continuidad, presentarse de nuevo como un hombre nuevo, con todas sus fuerzas recuperadas hasta el punto de estar dispuesto a seguir en Moncloa y más allá si así lo deciden los ciudadanos*y su partido.
Todo muy sorprendente, al menos para los pocos ingenuos que aún pululamos por este mundo. Sinceramente, creí que anunciaría su marcha, que ya no podía más, que era un hombre doblado por el dolor tal y como nos trasladaban miembros del Gobierno. Me lo creí aún más cuando desde Moncloa se informó de su visita al Rey para informarle de lo que resultó ser una no noticia. Fue este último giro lo que en su momento me hizo pensar en su dimisión. Al Rey se acude con no dimisión debajo del brazo o con una crisis de Gobierno en cartera, pero no para comunicar la nada. Es muy difícil que nos hagan pensar que además de dolor, que no cuestiono, no había estrategia. Ni con bisturí se diseña mejor ni con más astucia.
Habrá que convenir que en el fondo, se conforma con poco. Escuchar decirle que ha sido la "movilización masiva" lo que le ha hecho seguir al frente del Gobierno es un argumento muy frágil. Es una forma de dibujar la realidad a medida. ¿Dónde se han producido esas movilizaciones masivas?.
Superada la ansiedad de los que temían que se fuera y la de los que estaban deseando que así fuera, llega el llamado tiempo nuevo que el secretario general del PSOE ha inaugurado con otra carta, esta vez dirigida a la militancia de su partido, mucho más sorprendida por los modos y maneras utilizadas por su líder, que el común de los mortales.
Y no, no hay sorpesa. El "sanchismo", según el ministro Puente, es una corriente del PSOE que se ha tragado al PSOE. Solo existe el sanchismo y fuera de ello no hay nada, salvo el hiperliderazgo de su inventor alentado de manera espasmódica por buena parte de la dirección de Ferraz.
Visto lo visto, sería deseable que del género epistolar pasara a la conversación política, pero nada apunta a que así vaya a ser. No se ha visto un ápice de voluntad por parte socialista de rebajar el tono y evitar bulos. Feijoo nunca ha dicho que la mujer de un presidente no deba trabajar, pero nadie rectifica y a día de hoy, no hay pruebas de que el presidente del PP tenga el inmenso poder que le atribuye la ministra de Igualdad cuando asegura que el líder de la oposición está dislocando los cimientos de la democracia.
De la pintoresca pirueta del presidente el que sale más desconcertado es el propio PSOE que, o se toma en serio su propia situación o se encontrará que una realidad ignorada prepara siempre su venganza. Y lo hará si hace de lo imprevisible, de la sorpresa, del malabarismo de su líder una virtud inigualable. No existe la magia sin truco.