Hubo un tiempo en el que el Logroñés, el de todos, jugaba en cinemascope y Óscar Herreros (Autol, 1972) formó parte de esa superproducción que queda tan atrás en el tiempo como el cine en blanco y negro. El riojano disputó con la zamarra blanquirroja una treintena de partidos en la que fue la Liga de las Estrellas. Debutó en la elite ante el Valencia y disputó su último partido en Primera frente al Atlético, actores de reparto los ches y colchoneros que llenan por sí solos la pantalla. La escena se completa con el partido de su vida, disputado en el Salto del Caballo un 19 de mayo de 1996, como uno de los once protagonistas. «El ascenso del Logroñés en Toledo fue de película», recuerda. Como reclamo de cartel no queda nada mal y como título para esta pieza, tampoco.
Pero el defensa riojabajeño no se asoma a estas líneas para hablar de sus recuerdos futboleros y sí para acercanos una pasión que le ha acompañado desde pequeño: el cine. Su primer recuerdo está asociado «a las sesiones de aventura y western de la televisión pública, tras los dibujos animados». La tele despertó su pasión y los dos cines de Autol la amplificaron. «En Autol había dos. Al parroquial iba el sábado y el domingo, al principal donce echaban las películas más importantes», rememora.
Enrolado como meritorio en el Logroñés, al mismo tiempo fue un habitual de los «Astoria, Duplex, Diana y Moderno» y aunque el fútbol era lo importante, siempre que se podía se escapaba a los festivales de relumbrón. «No es que alargara lesiones ni nada parecido pero si coincidía que tenía libre durante el Festival de San Sebastián, pues intentaba ir». El Zinemaldia es su cita de cabecera. El próximo septiembre será su vigésima temporada en el Kursaal, todas ellas acreditado gracias a la web dcine.org que alimenta desde hace décadas.
Aunque el balón le ha dado muchas satisfacciones, reconoce que el deporte rey no le llena tanto como antaño. «Veo menos fútbol que antes pero quizás porque verlo en la televisión me gusta menos». De hecho, es más fácil verle en los 7 Infantes que en el Municipal de Las Gaunas. «Una vez por semana, mínimo, voy al cine. Y como no todas las películas que me gustaría ver pasan por salas, pues es fácil que vea entre tres o cuatro filmes por semana».
Cine y fútbol no se llevan bien. Aunque el balompié llena metrajes y metrajes (televisivos), en la gran pantalla no da la talla. «No es un deporte fácil de filmar, la verdad. Es muy difícil reproducir sus interioridades, su funcionamiento», lamenta. Y como no quierse ser ni clásico ni obvio, regatea Evasión o victoria (1981) para reconocer que su peli preferida con unapelota de por medio es The Damned United (Tom Hooper, 2009), que narra los 44 días que el dipsómano, y genial, Brian Clough -el director en el banquillo de ese peplum de las Midlands protagonizado por el Forest a finales de los setenta- estuvo al frente del Leeds, un equipo cuya violencia hacía palidecer al reparto de Uno de los Nuestros (Scorsese, 1990). No, no es ésta su peli preferida. Es otra de género, El Padrino «a la que siempre vuelvo».Aunque a la altura de la saga de Francis Ford Coppola están, en su opinión, Memories of Murder (Bong Joon-ho, 1993) y Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944), un clásico para un futbolista que ha sido de todo menos clásico.