Releer a Pablo Neruda es como regresar a un mundo profundo de sentimientos y emociones encontrados. Este poeta cáustico que se convirtió en un hito de la literatura latinoamericana nació como Neftalí Ricardo Reyes Basoalto (1904, Parral, Chile -1973, Santiago de Chile), pero adoptó el pseudónimo de Pablo Neruda con 16 años en honor al poeta checo Jan Neruda, un apellido que posteriormente adoptaría.
El verso de Neruda es adentrarse en un torrente de inspiración repleto de fuerza, como le sucede en algunas de sus mejores obras: Crepusculario, el primer ejemplar publicado por el autor chileno y presentado con un trazo audaz y libre; Veinte poemas de amor y una canción desesperada, un libreto de amor juvenil y apasionado, pero al mismo tiempo de profunda amargura; y Residencia en la tierra y Segunda residencia, unos textos de toque vanguardista con un dilatado mundo imaginario.
Pero la figura de Neruda no solo está repleta de éxitos en el 120 aniversario de su nacimiento, como sucedió con el Nobel que ganó en 1971, sino que su existencia también estuvo marcada por un conjunto de sombras, muchas de ellas recuperadas recientemente.
Una de las grandes incógnitas es cómo murió realmente. El autor fallece a los 69 años supuestamente a causa de un cáncer de próstata que sufría, sin embargo, algunas versiones posteriores argumentan un posible envenenamiento por la dictadura ese 23 de septiembre de 1973, justo 12 días después del golpe de Estado de Pinochet.
La versión de un supuesto crimen contra el poeta surgió de unas declaraciones de su antiguo chófer en 2011 y abrió la puerta a la hipótesis de que agentes o colaboradores de la dictadura de Pinochet (1973-1990) le habrían inoculado una bacteria en la clínica de Santiago donde estaba internado.
Tal es la repercusión de esta revelación que un año después se inicia una investigación judicial sobre el deceso del escritor que se alarga hasta septiembre de 2023, sin ninguna conclusión contundente y sin nadie procesado.
Incluso hasta dentro de la familia, las versiones y opiniones son opuestas. Mientras Rodolfo Reyes, sobrino del poeta, sostiene que su tío murió asesinado por el régimen, otro de los familiares, Bernardo Reyes, afirma no entender como parte de los descendientes han creído la tesis del asesinato.
Para despejar dudas, un informe de los restos óseos de Neruda realizado por los científicos canadienses Hendrik y Debi Poinar, de la Universidad McMaster, reveló hace un año que el poeta no murió por una bacteria inoculada de forma intencional y confiaron en que la Justicia cierre también este caso definitivamente.
Sin embargo, la Justicia volvió hace solo dos meses a reabrir el sumario sobre su fallecimiento e intentar así determinar si Neruda murió de cáncer o fue intoxicado.
Agresión sexual
La versión del asesinato de Nobel a manos de la dictadura no es la única sombra que pende sobre Neruda. El poeta reveló en sus memorias póstumas, Confieso que he vivido (1974), que violó a una mujer cuando entre 1928 y 1930 fue cónsul en Ceilán, actual Sri Lanka.
«Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia», escribió.
Durante años, el relato quedó en esas páginas hasta que en la pasada década, con el surgimiento del movimiento #MeToo, esa violación ha generado una revisión histórica sobre su figura.
Unos cuestionamientos hacia el pasado del escritor a los que se suma el abandonó de su única hija, Malva Marina, que nació con hidrocefalia y falleció a los ocho años. Neruda la ocultó nada más venir a la vida en 1934 en Madrid y luego la repudió. Su sensibilidad, al parecer, no estaba preparada para soportar la enfermedad de una hija. La abandonó a los dos años.
La historia de Neruda irá irresolublemente asociada a su vida personal, pero, también a una excelsa obra imperecedera.