El 26 de septiembre del año pasado España recuperaba el estatus de territorio libre de viruela ovina y caprina. Un año y una semana antes se había detectado el primer caso dentro de nuestras fronteras en más de medio siglo y los análisis concluyeron que se trataba de una cepa que podía provenir de Marruecos, Egipto o Turquía. El episodio no fue especialmente grave a escala nacional, pero supuso un auténtico infierno para los ganaderos andaluces y castellanomanchegos que se vieron afectados y para los que tenían sus explotaciones en zonas cercanas: animales sacrificados, prohibición de desplazamiento del ganado y, en definitiva, pérdidas importantes para unos profesionales que no andan precisamente sobrados de ingresos en los últimos tiempos.
Es un ejemplo de la tremenda importancia que tiene la sanidad animal para la ganadería, pero hay muchos otros: la gripe aviar, la EHE, la amenaza de la peste porcina… Ningún país quiere que lleguen enfermedades de fuera, como ocurrió en España con la viruela, pero se trata de algo que no siempre es fácil de controlar. La vacunación, la bioseguridad y el control fronterizo son esenciales si se quiere evitar una expansión que amenace la salud y la economía tanto para nuestro país como a escala global. En ese cometido se encuentra inmerso un elevado número de agentes, entre administraciones públicas locales, regionales y mundiales, empresas privadas y científicos (con los veterinarios, imprescindibles, a la cabeza) que trabajan en su prevención y en conseguir que si, por ejemplo, aparece un foco de fiebre aftosa en un país, se ataje sin dar lugar a que se expanda por el resto de territorios.
El intercambio de información a escala mundial es clave para conseguir el control y prevención de enfermedades, según destaca el consejero delegado de la compañía argentina de salud animal Biogénesis Bagó, Esteban Turic, doctor en Veterinaria y máster en Bacteriología. Turic remarca que «hay criterios cada vez más unificados» globalmente para enfrentarse a estas patologías, si bien cada zona implementa más unas medidas u otras en función de sus necesidades particulares.
En el caso de la Unión Europea (UE), sus protocolos sanitarios son «muy altos», aunque «la seguridad total no existe», indica el director general de Sanidad de la Producción Agroalimentaria y Bienestar Animal del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Valentín Almansa. La ganadería «ha sido siempre una actividad muy protegida por la UE, con fuertes controles en las fronteras e innumerables requisitos y prohibiciones desde hace muchísimos años», explica. El celo es tal que Europa «no tiene a muchos países autorizados a exportar ganado» y en España «no hay importaciones de ganado desde países terceros».
Pero no sólo la UE se afana en implementar elevados estatus sanitarios; América del Norte y países insulares (Australia, Nueva Zelanda o Japón) son de las zonas del mundo «mejor protegidas», según el doctor en Medicina Veterinaria y profesor en la Escuela israelí Koret Nadav Galon, que añade que una «buena protección» es una combinación multifactorial de la geografía y tamaño del país, su fortaleza económica, el conocimiento científico, las medidas reglamentarias y de prevención, y la colaboración de los dueños de los animales.
Y todos los factores se han de tener en cuenta en un contexto en el que «algunas de estas enfermedades se han estado propagando a un ritmo cada vez mayor durante las últimas dos décadas y están causando un gran daño económico y una carga en pérdidas y medidas de control», remarca Galon. A su juicio, el control «eficaz es muy complicado y costoso», por lo que el objetivo es «minimizar el riesgo» con todas las medidas de protección disponibles.
Fiebre aftosa y rabia.
Entre las enfermedades transfronterizas que más preocupan en este momento en el mundo figura la fiebre aftosa, un virus altamente contagioso entre muchas especies que no se transmite a humanos, pero cuya irrupción en la cabaña ganadera de un país supone un impacto económico por su repercusión en el comercio internacional. La atención está ahora mismo puesta en el norte de África (Argelia, Túnez y Libia), con un incremento de casos en los dos últimos años, según ha precisado Turic, lo que es un «problema» para ellos porque «afecta a la productividad» y «una amenaza para los Estados que están libres de esta enfermedad» pero cercanos geográficamente.
Incluso Europa, como ha indicado, siente la «amenaza» y, de hecho, países como España avisaron en enero pasado del aumento del riesgo de que la fiebre aftosa llegue por la nueva situación epidemiológica en el norte de África, donde se ha detectado el serotipo SAT2. Por ello, Turic ha incidido en la importancia de que los países con brotes de esta enfermedad «incrementen» la vacunación, que es «muy efectiva» al otorgar «un nivel de protección muy alto». Para los países fronterizos y cercanos geográficamente ha recomendado que estén «atentos a las medidas de bioseguridad y de control en fronteras» para minimizar el riesgo de entrada.
En cuanto a la rabia, y a pesar de contar desde hace tiempo con una vacuna efectiva, sigue siendo endémica en numerosas zonas del mundo debido en parte a la fauna silvestre, con una situación «crítica» en África y en Asia, según Turic, a pesar de las herramientas sanitarias disponibles. Y es que, en este caso, se trata de una enfermedad transmisible a los humanos y potencialmente mortal. De hecho, cada año mueren en el mundo unas 60.000 personas por rabia, una cifra elevada «cuando hay vacunas altamente eficaces» y de «bajo coste», por lo que ha abogado por «seguir trabajando en salud pública» con iniciativas como One Health (Una Salud) para atajarlas.