En tiempo de vendimias, cuando los temporeros van llegando a La Rioja a recolectar la uva, la memoria se retrotrae tres décadas atrás, cuando era necesario instalar enormes campamentos, en Bañares o Santo Domingo, para acoger a familias enteras que se acercaban a La Rioja a recoger patatas.
En los años 90 del siglo pasado, la comarca de Santo Domingo de la Calzada se convirtió en la principal productora de patatas del país;en 1992 se sembraron 7.703 hectáreas, y al año siguiente se recogieron 296.200 toneladas; en la presente campaña, la superficie cultivada ronda las 600 hectáreas. Este tubérculo, que fue un día fundamental en la economía de muchos labradores, muestra una progresiva tendencia a la baja en todo el país -el descenso del año pasado fue del 2,3%- y relega a La Rioja por detrás de, al menos, las nueve comunidades de más producción de un cultivo que, no obstante, sigue creciendo en Castilla-León.
Sin embargo, la relativa recuperación de los precios transmite cierto optimismo a los agricultores que ya han iniciado la cosecha. «Podemos estar hablado de 20 céntimos el kilo o 200 euros tonelada», explica Alberto Castro, técnico de la cooperativa Rioja Alta, de Santo Domingo de la Calzada, que informa de que la venta se realiza sobre contratos cerrados con la industria.
Con un ritmo de recogida, según señala el servicio de Estadística del Gobierno de La Rioja, que marca la industria de transformación, y por el momento es tranquilo, Castro vaticina que la campaña se prolongará hasta noviembre en un año que ha venido marcado por una primavera fría, con lluvias en mayo y junio, que depara menor producción en un ejercicio también caracterizado por la escasez de patatas y los precios altos. «Los cultivos han notado el frío y la producción va a ser más baja que la media», señala castro que, dependiendo de las variedades, estima unas 40-45 toneladas por hectárea.
Argumenta que son múltiples las razones que pueden explicar su declive en La Rioja, que se ha especializado en patata para industria -frita y congelada- y no comercializa para fresco, esto es, consumo directo. Entre sus principales clientes figuran la industria de frito -el Grupo Pepsico (Matutano) es tradicional comprador del tubérculo riojano- además de congelado -Mercadona es uno de sus clientes indirectos-. En este contexto, Castro, apoyándose en la información que facilita el Ministerio de Agricultura, menciona la reducción del consumo, por tercer año consecutivo de patata fresca, mientras crece el de la congelada, que ha experimentado en los dos últimos ascensos del 15%. Rioja Alta, que también comercializa cebolla y zanahoria, es la principal gestora de la patata de la zona, que se cultiva entre Haro y Santo Domingo, municipios que se beneficiaron de una obra de regadío realizado hace más de una década. «El regadío está implantado y es bueno, pero hay muchas fincas pequeñas, la mayoría a renta», apunta el técnico, que destaca que se trata de un cultivo especializado, que requiere cosechadoras costosas.
La cooperativa comercializa patata de otras comunidades autónomas y países, como Portugal y, principalmente Francia -España es un país mayoritariamente importador- para responder a las necesidades de sus clientes, principalmente la industria de frito, que requiere producto todo el año y que el mercado nacional no puede suministrar.
15 millones. En conjunto, gestionan unos 40 millones de kilos, de los que solo 15 proceden de los socios, y destaca la dificultad de un cultivo que exige un agricultor «muy especializado», que debe adquirir maquinaria y adelantar capital, que se enfrenta, además, a campañas largas. El técnico de la cooperativa menciona también las dificultades para encontrar mano de obra que trabaje en las cosechadoras y para alcanzar producciones medias, complicaciones que se suman a los retos a los que, de manera general, se enfrentan los agricultores, a veces superados por los trámites burocráticos, documentación, registros, auditorías o cuadernos de campo. «Cada vez se hace más papeleo y se nos olvida que lo primero es la rentabilidad del cultivo», lamenta.
Sin beneficios. La Unión de Agricultores y Ganaderos resalta que lleva años advirtiendo de las consecuencias que la falta de regulación de los mercados y de los controles de producción, y ahora, con casos como el de las patatas, se ven las consecuencias. Óscar Salazar, presidente de la UAGR-COAG, recuerda que, después de ser un cultivo fundamental en Rioja Alta, mucha gente se arruinó con las patatas. «Y ahora que se produce menos -añade-, el precio de la patata vieja en los lineales de los supermercados está disparado, pero los agricultores riojanos no se benefician de ello», afirma, porque, explica, «la poca patata que aún se cultiva en La Rioja» se hace con contratos cerrados para la industria, por lo que la subida de la patata para fresco no les beneficia. El presidente de la UAGR pone la tortilla de patata como ejemplo del riesgo para la seguridad alimentaria que supone la falta de regulación de mercados y producciones.«Era el arreglo para muchas familias, y hoy es casi un artículo de lujo», señala Salazar, que afirma que los consumidores pagan cada vez más por patatas, aceite y huevos, «mientras agricultores y ganaderos no nos estamos forrando, sino que tenemos cada vez más complicada nuestra supervivencia».