«La arenisca es la piedra de La Rioja pero es abrasiva»

El Día
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Xosé Álvarez ha estado medio siglo con una maceta y un cincel entre las manos aunque ahora aprovecha su dilatada experiencia para dedicarse a la 'cantería artística'

Xose Álvarez ha estado en activo hasta el pasado año. Sus manos son parte de su instrumental de trabajo. - Foto: Carlos Caperos

Hace un año aparcó la maceta, el puntero y el cincel, el utillaje principal de su trabajo,  para poner fin a casi medio siglo de actividad en la cantería: «Empecé con catorce años», se enorgullece. Sin embargo, como la pasión le puede sigue en el oficio «aunque ahora en su vertiente más artística». Xose Álvarez Fernández (Ourense, 1957) encarna la cuarta generación de canteros. En 1964, su padre arribó a La Rioja «para trabajar en Yuso y Suso» y desde entonces, salvo por encargos foráneos, no se ha movido de la tierra del vino.   

La profesión sigue siendo muy exigente «aunque es cierto que herramientas como la radial o el martillo neumático la han facilitado». «En Logroño funcionaron dos escuelas-taller pero se han abandonado. Mi padre dio clases en el antiguo matadero. Ahora la gente no quiere trabajar a la intemperie. Además, ahora se funciona con molduras ya hechas», explica.

Su piedra preferida es «la caliza» y de hecho tiene las manos suaves y lisas como el mármol blanco «pero por trabajar con la arenisca, que es la piedra típica de aquí, la del país. Es muy porosa, blanda, ornamental y abrasiva, afila mucho el material». Ha expuesto tanto sus instrumentos manuales al oficio que ha perdido las huellas dactilares. Eso sí, las peores secuelas profesionales han sido «una artritis y un dedo torcido porque me cayó una piedra voluminosa».

Como su padre, Xose ha trabajado en patrimonio, «aunque no está bien pagado», en obra y también para bodegas, los mejores clientes del sector. Además de ejercer en las Iglesias de Palacio y San Bartolomé, entre otras, estuvo trece años en Vivanco y otros ocho en Marqués de Murrieta, responsabilizándose de la cantería tradicional de estas dos afamadas cavas. «He trabajado con las principales bodegas históricas», apunta con indisimulado orgullo. Sin embargo su oficio se extingue, al menos en La Rioja: «Ya no quedan casi canteros artesanos aunque en Galicia, gracias a las escuelas-taller en funcionamiento, la actividad todavía persiste».