Las ciudades evolucionan y muchas veces los planes de expansión urbana convierten zonas de extrarradio en nuevas urbanizaciones, a partir de espacios antes dedicados a huertas o a viejas casas que dan paso a modernas urbanizaciones de pisos. Menos frecuente es que de un polígono industrial surja una nueva zona residencial, pero es lo que ocurrió con Cascajos, antaño complejo fabril de firmas señeras y hoy un moderno barrio de clase media-alta.
Pero los orígenes de este distrito del sur atesoran más historia que la puramente industrial. El flanco sur de la ciudad siempre fue lugar de paso, pues por este entorno cruzaba la calzada que unía el Mediterráneo con Astorga. Esa vía romana sobrevivió a sus promotores y en la Edad Media se mantenía como uno de los ejes del Camino de Santiago. Con el paso del tiempo y tras la formación de la ciudad y el desvío del Camino Francés, perdió importancia, pese a lo cual se mantuvo en uso. La calzada acabó atravesada por arterias como el Camino Viejo de Alberite o el Camino de San Adrián.
En 1920, en pleno crecimiento urbano, se pensó en instalar en Cascajos un aeródromo, pero el proyecto se descartó por lo pedregoso del suelo, que hace honor a su nombre. Durante la II República se planteó trasladar a la zona el trazado ferroviario, que era una barrera para la expansión. Sin embargo, el proyecto se concluyó después de la Guerra Civil y no fue hasta 1958 cuando los trenes llegaron a Cascajos tras abandonar lo que hoy es la Gran Vía.
Para entonces, ya se estaba diseñando el futuro polígono de Cascajos, entre las vías del tren y la carretera Nacional 232. En este nuevo complejo industrial se situaron empresas muy destacadas, como La Estambrera, uno de los motores económicos de la ciudad; Marrodán y Rezola; o Caramelos El Avión. El paso del ferrocarril conllevó nuevas infraestructuras, como el silo o el depósito del agua, además del pabellón postal de Correos. El polígono también trajo nuevos trazados urbanos que fueron desdibujando los antiguos caminos, dando paso a calles rectilíneas. De nuevo el ferrocarril ejerció como barrera al crecimiento de Logroño y a finales de siglo XX el polígono de Cascajos dio paso al barrio homónimo, que tras la creación del soterramiento ha quedado completamente integrado en la ciudad.