La situación no puede ser más surrealista: un Gobierno, respaldado por la oposición, negocia a cara de perro con otra parte de ese Gobierno, respaldado ahora por quienes hasta el momento apoyaban a la totalidad del Gobierno. O sea, que se han cambiado las tornas de las alianzas por culpa una ley necesaria, la del 'sí es sí', y la oposición de derechas apoya al Gobierno socialista en las enmiendas presentadas por el propio Gobierno a una ley elaborada, mal, por otra parte del Gobierno, pero votada por la totalidad del tan mentado Gobierno. Glub.
Ya sé que es de locos, pero uno se limita a mostrar la radiografía de una gran mentira: la manipulación de unos y otros en torno a una ley, hecha para combatir la violencia de género, y, por tanto, imprescindible, pero incompetentemente elaborada, provocando los indeseables efectos que todos conocen. Y que ahora divide a socialistas y Podemos mucho más de lo divididos que puedan estar en otras cuestiones el PSOE y el PP, dos partidos que se odian, pero aliados ahora circunstancialmente gracias a esta ley.
No pretendo tomar partido por nadie, pero pienso que lo peor es que los argumentos del `frente de la firmeza', es decir, Podemos, ERC, Bildu, los que hasta ahora respalda(ba)n a Pedro Sánchez, son falaces: la 'reforma PSOE' a su propia ley no deshace el núcleo sagrado del consentimiento, ni supone, claro está, apoyo alguno a gentes como las de 'la manada', contra lo que dice demagógicamente el portavoz parlamentario 'morado', Pablo Echenique. Simplemente, se trata de aplicar circunstancias agravantes allí donde agravan el delito.
O sea, que la polémica de fondo no se halla en la ley, un pretexto para averiguar cuándo y cómo romperá el PSOE con el partido coaligado, al que ya nada le une sino la permanencia en la poltrona, y cómo acabará forjándose este último partido, es decir, la izquierda-de-la-izquierda, sumando o no con Sumar. Porque esa coalición está moribunda, y más aún que lo estará después de que este martes se oficialice, si es que no se llega a un pacto 'in extremis' este mismo martes entre los socios a palos, la ruptura en torno a esta ley. Y peor de salud todavía estará cuando, este miércoles, día de la manifestación feminista más quebrada de la historia, se haga patente que cada cual va con sus pancartas, sus lemas y sus ataques a la otra parte.
Todo ello, ya digo, si esa negociación de ultimísima hora entre los dos casi ya ex socios, PSOE y UP, no llega a algún tipo de puerto de refugio, con unas tosecillas de disculpa que suenen a algo así como 'venga, que la cosa no era para tanto', un episodio chusco más. Pero sí es para tanto. Entre otras cosas, porque quien encabeza el rechazo a cualquier reforma de la super-polémica ley, es decir, la ministra de Igualdad, es decir, Irene Montero, es decir la 'número dos' (o uno) de la formación morada, le ha cogido gusto a eso de salir, aunque sea para mal, en los titulares de la prensa, en las imágenes de los noticiarios de televisión. Para quien se ha propuesto, en pleno 'síndrome de Hubris', ser la Pasionaria del siglo XXI, eso de figurar en todas las pasarelas de la moda política, eclipsando a su rival/enemiga Yolanda Díaz, no es pequeña cosa.
Olvida, o ignora, doña Irene aquella frase que asegura que 'todo el mundo tiene su cuarto de hora de protagonismo'. Y que todos tienen su techo de incompetencia, muy bajo en el caso de la ministra de Igualdad, que obviamente no lo será el 8 de marzo del año próximo, ni será tampoco, probablemente, quien lidere el partido morado, ni quien encabece pancartas con falsas reivindicaciones, ni encarnará modelo de feminismo alguno. Ni, claro, representará fracción alguna en Gobierno alguno, con lo que una parte del enorme surrealismo que impregna hoy la gobernación del país se habrá, laus Deo, evaporado. Algo de esperanza nos queda, al menos.