España es el país de las tormentas perfectas, donde los elementos se alinean en el tiempo para producir todas las catástrofes morales. El hecho de que, dos días después del desafío de Puigdemont contra el 'statu quo' vigente en el actual sistema, se celebre el solemne acto de la apertura, presidida por el Rey, del año judicial, es demostrativo de que no es tanto la casualidad sino el hecho de que aquí todos los días ocurren cosas que dinamitan el pasado lo que configura estas tormentas. Nuestra democracia es todo menos aburrida, pero no sé si una democracia tan... ¿creativa? muestra síntomas de una buena salud. Y hoy se puede decir, más que nunca, que tenemos un lío de puñetas.
Togas, puñetas, condecoraciones y solemnidad presidirán este jueves una ceremonia que cada año se torna más difícil. La situación del Gobierno de los jueces, el Consejo General del Poder Judicial, es simplemente insostenible, a punto de cumplirse el ¡quinto (5 años) aniversario! de la expiración del mandato de los miembros del Consejo, sin que existan grandes perspectivas de renovarlo. Una tercera parte de las plazas del Supremo tampoco ha podido renovarse y está vacante, y los viejos problemas de atraso (cientos de miles de casos), descontento en todos los estamentos, falta de modernización en los juzgados, se agravan.
Pero, sobre todo, está la perspectiva política. En el Tribunal Supremo se habla abiertamente de la irritación ante los últimos pasos del Gobierno en cuanto a modificaciones en el Código Penal y deslegitimación de las sentencias del 'procés', y no hablemos ya del proyecto de una ley de amnistía, acabe como acabe llamándose, considerada abierta 'inconstitucional' por una abrumadora mayoría de juristas. Tampoco puede desconocerse la profundización de las diferencias entre el TS, en general, y el Tribunal Constitucional, 'renovado a su favor' (me dice un magistrado) por un Ejecutivo que ahora está en funciones.
Un Ejecutivo maniatado en muchas materias, dividido hasta el punto de que varios ministros no se hablan entre sí y cuya inoperancia ha llegado al extremo de no enterarse de que Arabia Saudí se ha hecho con el control de la compañía más estratégica de España, Telefónica. ¿Alguien recuerda que la ministra de Justicia sigue siendo Pilar Llop? Pues eso: que en el Gobierno, dadas sus circunstancias, se está atento a muchas cosas ajenas a la buena marcha de la nación y al estricto cumplimiento de la Constitución, comenzando por la anticipada disolución de las Cámaras, contraviniendo el artículo 115. En suma, y sobre todo, un Gobierno atento a la propia supervivencia, al menos de muchos de sus componentes.
Supongo que, dada la institucionalidad del acto de este jueves, no se oirán, a través de los micrófonos, los reproches continuos que se escuchan desde el mundo togado contra el Gobierno e incluso contra el Legislativo, 'paralizado' en tantas cuestiones sustanciales para un Estado de Derecho. Hoy, los jueces constituyen la principal oposición al equipo de Pedro Sánchez y a sus cambios legales, pero es una oposición con sordina. Pero la escasa sincronización de los poderes clásicos de Montesquieu -de la situación del 'cuarto poder', el mediático, habría que hablar aparte, y no digamos ya del quinto, la sociedad civil adormecida- es tan patente que ni siquiera los oropeles de togas, puñetas y condecoraciones lograrán paliar la sensación de que esto, como mínimo, no marcha bien. Que en la política española reina un lío de puñetas, vamos.