El Banco Central Europeo decidió el pasado jueves subir los tipos de interés otro cuarto de punto hasta el 4,5%. Es la décima subida y pone el precio del dinero en niveles de hace 23 años. El organismo bancario europeo no acaba de conseguir su objetivo de reducir la inflación. Cierto que ha bajado desde los niveles alarmantes de dos dígitos y que los efectos de esta medida se observan con retraso, sin embargo, el retraso en la toma de decisiones para encarecer el dinero mientras seguía comprando deuda traerá una espera de muchos meses para ver cómo la inflación se modera y vuelve al objetivo del 2%. Son mucho los analistas que si bien no ven más subidas retrasan hasta finales de 2024 la posibilidad de que empiece a bajar el precio del dinero.
Las consecuencias de un dinero más caro ya sabemos cuales son. Los créditos se encarecen, también los intereses que hay que pagar por la deuda pública emitida y las hipotecas referenciadas al Euribor que ya en las últimas horas ha acusado esta nueva subida de tipos.
La disyuntiva de los bancos centrales, sobre todo del BCE cuyo mandato es mantener a raya la inflación, es que para conseguir el objetivo hay que enfriar la economía. Y se está consiguiendo. Países como Alemania o Países Bajos han entrado en recesión y el crecimiento de los PIB de otros países de la eurozona o no crecen o muestran crecimientos muy débiles. Sin embargo, la inflación, sobre todo la subyacente se ha conseguido doblegar, pero muchísimo menos de lo esperado. Por tanto, habrá que esperar aún meses para ver si este nuevo encarecimiento del dinero cumple su misión. De momento, nos movemos en un periodo de estanflación (inflación con crecimiento débil o nulo de la economía) donde los hogares verán reducirse aún más su poder adquisitivo y las empresas elevarse sus costes ya muy altos por, entre otras cosas, el encarecimiento de la energía, al tiempo que endeudarse es un lujo que se paga caro. Sería de vital importancia en este contexto que la Unión Europea acelerara la vuelta a las reglas fiscales y doblegara el gasto público como acelerador de la inflación. No perdamos la esperanza.