El Puente de Piedra ha sido desde siempre acceso principal a Logroño y ese carácter de puerta de entrada mantuvo su importancia incluso tras la desaparición de las murallas.
La ciudad surgió al hilo del Camino de Santiago, considerada una de las autopistas culturales de la Europa medieval. En sus primeros momentos, la población se asentó junto a la margen derecha del río y fue creciendo con el devenir de los siglos. Uno de los elementos más importantes de aquella ciudad medieval fueron las murallas, cuya huella ha quedado en el callejero del entorno, de manera muy clara en la calle y plazuela de la Cadena, donde se encontró el acceso a la urbe desde el Puente de Piedra. Además, en las casas del entorno se conservan restos de los primitivos lienzos.
Durante el cerco de 1521, el Puente de Piedra, junto con la puerta de San Francisco jugaron un importante papel, dado que el cercano convento de San Francisco fue uno de los lugares ocupados por los franceses. En aquellos momentos, en este entorno se erigía un castillo. Tras el final del asedio, las murallas se rehicieron y se ampliaron en algunos lugares, hasta que en el siglo XIX el Ayuntamiento dictaminó su derribo, en aras del crecimiento urbano. También en estos años empezarán a construirse nuevas viviendas y estructuras, algunas con la impronta de arquitectos de primera talla, como la casa que hace esquina entre Ruavieja y la calle del Puente, diseñada por Maximiano Hijón. Durante la construcción, el trazado y las alineaciones de la nueva casa introdujeron cambios notables.
En 1880, el lugar fue de nuevo testigo de un nuevo acontecimiento, en este caso mucho más dramático, al ahogarse 90 soldados que intentaban cruzar el Ebro por una barcaza provisional, mientras se efectuaban reparaciones en los tres últimos arcos del puente. Ante este luctuoso acontecimiento, los políticos tomaron conciencia de la urgencia de construir un nuevo paso sobre el río, lo que dio origen al Puente de Hierro. Posteriormente, el puente medieval de piedra fue sustituido por uno nuevo, diseñado por Fermín Manso de Zúñiga.
Años más tarde, durante las obras de construcción del paso subterráneo de la calle San Francisco afloraron los restos de una torre del castillo, que reposan hoy en el Parque Municipal de Servicios tras haber sido desmontados.