El centinela eterno

Bruno Calleja Escalona
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El Revellín es el vestigio más significativo de las murallas. Como plaza fronteriza, Logroño tuvo varios recintos fortificados, un 'corsé del que se desprendió cuando necesitó crecer

Imagen del cubo del Revellín hace unas tres décadas, con viviendas en la vecina calle Norte, donde actualmente hay un aparcamiento en superficie. - Foto: Archivo de Taquio Uzqueda

Como territorio fronterizo, Logroño fue una plaza fortificada. Del cerco amurallado que hasta el siglo XIX rodeó el perímetro urbano solo queda algún resto de lienzo de muralla y sobre todo el Cubo del Revellín. Las murallas eran elementos clave en las ciudades medievales y especialmente en Logroño por su ubicación de frontera con el Reino de Navarra. Pese a  aquel carácter defensivo, el paso del tiempo solo ha legado unos pequeños restos del primigenio recinto fortificado, que discurría unos metros más adentro que su sucesora, a base de muros de piedra y empalizadas. Su disposición fue variando mientras la ciudad iba creciendo en paralelo al río Ebro.

Las murallas medievales ayudaron a repeler los ataques de las tropas francesas comandadas por el general Asparrot, que sitió Logroño en 1521. La modernización de las técnicas de artillería obligó a actualizar las defensas, reconstruidas tras el asedio francés. En ese momento se erigió la actual Puerta de Castilla o Del Camino y el Revellín, una de las novedades del sistema defensivo. Además, en el entorno se levantó una casa de artillería. El encargado de la construcción fue el maestro Lope de Insturizaga, que trajo los sillares de una cantera de Castilseco. Lo costeó Carlos V, como pago a la ciudad por los servicios prestados en la batalla de 1521. El proyecto nunca se concluyó, al suprimirse la frontera con Navarra.

El Revellín se configuró como cubo artillero con dos galerías de tiro y una terraza. No fue el único, pero sí de los más destacados. A su lado, se levantaban las cárceles de la Inquisición, en pie hasta la Guerra de la Independencia, así como el Convento de Valvuena.

Las murallas recobraron protagonismo en las Guerras Carlistas, cuando fueron ampliadas. A mediados del siglo XIX, las autoridades municipales acordaron prescindir de estas estructuras para que la ciudad creciera. Sin embargo, los muros no fueron demolidos del todo. En 1884 se erigió junto al cubo un frontón y en 1930 se convirtió en un bloque de viviendas, proyectado por Luis Barrón. En el entorno se levantaron pisos en la calle del Norte y surgieron las calles Intendencia y Comandancia. A principios del siglo XX las viviendas fueron derribadas y dejaron paso a un aparcamiento provisional, donde el Ayuntamiento proyecta ahora dos estacionamientos subterráneos dentro del proyecto 1521.